El espectro de la madre muerta permanece presente en todo el metraje de “El noviazgo del padre de Eddie”. En off, por supuesto. Es un rasgo de una comedia que esconde un caramelo envenenado: Glen Ford, Tom Corbett en la película, mira el televisor y ve a Clark Gable besando a Grace Kelly en la orilla de un rió. Se trata de “Mogambo” y las lágrimas acechan en los ojos de Ford. Su hijo, protagonista indiscutible como sombra de su madre, abre la puerta tembloroso y asustado, frió y completamente ‘zombificado’.
Posiblemente la elección que realiza Vincente Minnelli como representación del drama interior de Ford sea más difícil que la elección de Gable: no sólo se trata de una ‘sustituta’ sino de cerrar definitivamente una etapa anterior que sigue presente y viva en forma de hijo.

Pocas veces el cine se define a di mismo en un ejercicio de brutalidad lírica a través de lo trivial y cotidiano. La muerte acecha hasta en una pecera, una de las múltiples referencias su madre. Los secretos de padre-hijo no existen cuando la madre muerta sigue presente. ¿Podría rehacer su vida un viudo observado por ojos de su difunta esposa en el rostro de su hijo?
Las elecciones son meras afinidades cuando la reencarnación emerge de las sombras para señalarnos con el dedo. Y es que aunque “El noviazgo del padre de Eddie” esté engalanada como una competente comedia esconde, en lo sutil , un regalo que merece ser abierto como cada cumpleaños.