Poco deberíamos pedir a esta modesta pero correcta producción británica de 1937 basada en la maravillosa novela de aventuras del escritor también británico Henry Rider Haggard y primera de las numerosas versiones cinematográficas que se hicieron, con mayor o menor fortuna, de este relato de la búsqueda de la mítica mina de diamantes del rey Salomón. Cedric Hardwicke aporta más dignidad que fogosidad al personaje de Allan Quatermain y sobresale la presencia del polifacético cantante Paul Robeson –cuya sola vida merecería una película- que interpreta cuatro breves canciones con su reconocible voz de bajo. Sin ser una maravilla es bastante entretenida destacando las escenas de la travesía del desierto. En 1951 Andrew Marton rodaría una versión infinitamente superior con Stewart Granger y Deborah Kerr convirtiéndose en un clásico del cine de aventuras.