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España España · Oviedo
Voto de Gould:
6
Drama Narra la vida durante 24 horas de Charlotte (Macha Méril), una mujer casada de París que tiene una aventura con otro hombre (Bernard Noël). Al quedarse embarazada, Charlotte desconoce quién es el padre de su hijo, por lo que tendrá que decidirse entre su marido (Philippe Leroy) o su amante... Narración a cargo del propio Jean-Luc Godard, que contó como asistente en la dirección con Jean-Pierre Léaud. (FILMAFFINITY)
8 de mayo de 2019
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Arriesgada y estilizada, a ratos fascinante y a ratos irritante, Goddard vuelve en cierto modo a “Juana de Arco” de Dreyer –apoteosis del plano corto y una de sus preferencias más repetidas en los años 60- para realizar este estudio en femenino, este retrato de la soledad de una esposa cuyo marido piloto revolotea de puerto en puerto, siempre ausente. Análisis de un matrimonio a la burguesa en el que la mujer sucumbe a las idioteces y recomendaciones de las revistas femeninas, basculando entre el ocio estéril y el aburrimiento, que le llevan a los brazos de un amante sin demasiada convicción.

Goddard combina la narrativa ultrarrealista, basada en un fascinante uso del primer plano, y la indagación documental junto a reflexiones sobre el problema de la memoria, el presente y el pasado, acompañándolo todo con subrayados musicales de cuartetos de Beethoven de fondo. Goddard, ególatra absoluto, narcisista insoportable –él, no su cine, bueno, también- nunca renuncia a recordarnos su presencia y autoría, con sus angulaciones particulares - llega a girar la cámara sobre su eje 90 grados-, las escenas sin positivar, o los diálogos impresos en la pantalla, el uso de frases escogidas de periódicos o carteles, como si de un corifeo ilustrador se tratase.

Valiente por su desinhibida aproximación a cuestiones como el adulterio o el aborto es, sin embargo, una de sus películas de los años 60 más llena de parla, a veces pertinente, en muchas ocasiones agotadora y superficial. Es esa impregnación del espíritu a contracorriente de los 60 lo que, en muchos casos, hoy en día, se nos muestra caduco, con escenas verdaderamente irritantes, cuando no incomprensibles, como cuando oyen el disco con la risa de una mujer.

Lo mejor de todo acaban por ser las escenas menos ideológicas, más íntimas, cuando se discurre por los cauces de una película recogida, cercana, de cámara, que retrata a los personajes. Ahí Goddard es realmente genial y nos hace olvidar su indulgente y abusiva tendencia al discurso y la melopea ideológica, con conseguidas miniaturas de aire publicitario, deslumbrantes, gracias a la desnuda fotografía en blanco y negro de Raoul Coutard –un habitual de Truffaut, Male o el propio Goddard-. Todo lo demás, la mayoría de sus osadías técnicas, el exhibicionismo existencial, la logorrea inane han quedado algo oxidadas, de modo que el resultado final es desigual y fallido por su imperdonable y aburrido énfasis.
Gould
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