Por más que busco no consigo encontrar atractivos - y mira que me gusta Fuller- a esta más que mediocre peliculilla escrita, producida y dirigida por el casi siempre interesante y, a veces, magnífico director norteamericano. Lo de menos es que sea un enfático producto de propaganda anticomunista, reflejada en unos comentarios, si bien ciertos, dichos con una pomposidad y una puerilidad insufribles; es que es, sencillamente, muy mala. Parece como si el director no se hubiese adaptado al formato en scope en esta película - pese a que dos años antes rodase con brillantes resultados "La casa de bambú"- y toda ella adolece de un desaliño que afea aún más el resultado, con unos zooms de lo más desagradables que, por otro lado, parecen editados a posteriori en la sala de montaje.El guión no está muy trabajado y la historia de amor es poco creíble y está metida con calzador.Tampoco le favorecen en nada las mediocres actuaciones de los actores. La labor de Gene Barry es para salir corriendo y ni siquiera Angie Dickinson consigue elevar el bajo nivel general. Curiosamente, el único que aporta algo interesante es el único que no era actor profesional: Nat "King" Cole en un aseado papelito con canción incluida, la que da titulo a la peli. Para mayor castigo hasta las escenas de acción, especialidad de Fuller, están patéticamente rodadas. Los comunistas parecen todos una manga de memos que no se enteran de nada y que sólo les interesa echar un trago y sonreír a la chica -la escena de la "Marsellesa" es verdaderamente sonrojante- y morir como idiotas. En suma, indigna película para un cineasta del enorme talento e interés de Samuel Fuller. A olvidar rapidamente.