Tuvimos que abandonar la proyección previa antes de su conclusión para poder llegar a las 20:30 a la Sala 1 de los Cines Trueba para disfrutar de una de las películas más apetecibles de la sección de Horizontes latinos: Los silencios, que compitió en la Quincena de Realizadores del último Festival de Cannes. Amparo y sus hijos Nuria y Fabio desembarcan en su nuevo hogar: una pequeña isla de la Amazonía, en la frontera de Colombia con Brasil y Perú. No les acompaña el padre, desaparecido en el conflicto armado colombiano. Su presencia reaparece con frecuencia, siendo este un desolador secreto en una isla fantasmagórica. Una película enriquecida por la identidad cultural, el folclore y la iconografía de las culturas y escenarios escogidos para un relato mágico y místico pero unido a una tragedia real que aún afecta a muchas personas en Latinoamérica. Habla de conflictos armados pero sin enseñar ni un arma ni una reyerta, sino las consecuencias de los conflictos en familias refugiadas con situaciones precarias. Una película que funciona primero en un plano emocional, gracias a sus personajes con encanto y a la manera cercana y natural de situarles en situaciones cotidianas, que vemos sin engalanar. Y segundo por su sencilla pero elegante realización, de cuidados encuadres en los que la belleza de los paisajes naturales o el uso de pinturas faciales se alían para brindarnos momentos de poderosa estética. Una película que nos hace replantearnos lo desaprovechadas que están las etnias para dar momentos de gran cine. Una película silenciosa y sutil, pero realmente poderosa en lo sensorial. Una pena que en sus elementos políticos subraye demasiado el mensaje, y fuerce con calzador momentos de reflexión y discurso en el relato. Una insistencia que no nos convence por la evidencia de los conceptos. Pese a todo, la mejor película de Horizontes latinos de entre las que pudimos ver. Totalmente recomendable.