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Voto de Jark Prongo:
6
Thriller. Acción Un delincuente de poca monta matará a quien sea para lograr sus objetivos... (FILMAFFINITY)
21 de julio de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alguien dijo una vez que el Cine es el termómetro de la sociedad hablando de las explotations italianas, y razón no le faltaba. Por lo general a rebufo de géneros y películas de éxito abarcó desde el western al eurogore, creando una industria enfermísima y demencial capaz de provocar ictus en sus momentos más extremos. Auténticos artesanos del disparate del nivel de Enzo G. Castellari, Ruggero Deodato o Umberto Lenzi, ya de por sí con nombres y apellidos que son un delirio, han trascendido su condición de cineastas de modismos con oficio y gran capacidad de adaptación para, revisados ahora, resultar igual no cineastas esenciales, pero sí bastante mejores de lo que se pueda pensar en primera instancia. Bascular del spaguetti western al giallo y de este al softcore o al gore sin aburrir jamás es meritorio, máxime si entre medias se ruedan tres o cuatro poliziescos de altura y ya retirado el Juanma de Prada te emite una costra de caníbales para que diserten el Trevijano y el Jesuíta la sobremesa de un domingo, que eso es lo más grande que hemos visto en Intereconomía -y por extensión en la tv mundial- y Umberto Lenzi es el único ser humano que puede presumir de ello.

Volviendo ya al género, en un principio surgido gracias al thriller político de Elio Petri y a una famosa trilogía de Fernando Di Leo, tuvo una evolución fascinante conforme se empezó a radicalizar gracias a la influencia de la saga de Harry El Sucio y el clima social imperante con las Brigadas Rojas y la correspondiente sensación de inseguridad para los ciudadanos italianos. Los policías protagonistas de los films se tomaban la ley de su mano, y con esos bigotazos y atuendos que llevaban nunca terminaba de saberse si era más peligroso el crimen que la justicia que ellos imponían a hostia y balazo, siendo tal el descontrol que el propio guionista Dardano Saccheti tuvo que frenar el sindiós creando una autoparodia del género que lo frenase desde dentro, pues el Charles Bronson de la saga Death Wish palidecía en comparación con los métodos expeditivos de Maurizio Merli en Roma A Mano Armada.

Milano Odia es la más peculiar de todas porque se centra en el criminal, un ya experto en esto de hacer de felón Tomás Milian. Hay frenéticas persecuciones a cámara rápida en coche, intentos de secuestro bajo el efecto de anfetaminas que derivan en matanzas a lo La Última Casa A La Izquierda –uno de los films más imitados en Italia de siempre, sin ir más lejos quepa recordar la inenarrable Trampa Para Un Violador de Ruggero Deodato– y, claro está, cero diálogo para resolver conflictos: en un poliziesco jamás pasará lo mismo que en el remake de El Castigador –antihéroe que tiene que ver bastante con el género-, nada de hablar las cosas para buscar puntos de acuerdo cuando el buen dios nos concedió brazos y manos para calzar hostias a pares. Aquí prima siempre la agresión cuando no el balazo, si viene un guardia e intenta multar a Tomás por aparcar mal mientras espera a que sus compinches atraquen un banco nada de esperar que le sancionen cual apocado madrileño con lo del parquímetro, tiro a quemarropa y para adelante. Obviamente igual sucede en el campo del amor, aquí el macarreo no entiende un ”no” por respuesta travestido de ”me duele la cabeza, cucu”, por lo que las escenas de cama siempre están más cerca de lo que fue el noche a noche del Violador de Pirámides que de cualquier otra cosa. Y con ese estilo tan particular donde se fusilan encuadres del último Melville –el de los polares sofisticados con personajes de moral laxa- bastante meritorios en términos formales con zooms extremos y totalmente gratuitos. Un género que es imposible no adorar de puro cafre que es y que nos duele hoy sólo sea recordado por las fuerzas de seguridad del estado en el ejercicio de su indispensable trabajo.
Jark Prongo
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