En un intento por lograr un thriller digno arropado por un guión medianamente sólido, Ringo Lam ofrece en "City on fire" algunas de las claves que dominarían el cine de su etapa made in Hong Kong, y aunque probablemente sea cuando se intenta llegar a un ahondamiento el instante en el cual la cinta pierde fuelle, Lam sabe encender la chispa de su mejor cine y prender la pantalla gracias a secuencias de trepidante y agitada acción, que nunca tienden al exceso ni a las impresionables coreografías que tan de moda se pusieron en los noventa.

De todos modos, y aunque el tramo donde se pretende profundizar en los distintos personajes quite un poco de sazón a la propuesta, se agradece que intente esquivar tópicos dentro de lo que cabe y que en ningún momento caiga en el sentimentalismo más inapropiado.
Todo ello sucede gracias al protagonista, interpretado por un gran Chow Yun-Fat (aunque sobreactúe, ¿y qué?), y caracterizado como un tipo con el suficiente descaro e inmadurez como para otorgar un contrapunto macarra y divertido a todos esos minutos.

Por último, cabría hablar del magnífico final, cuya premisa adoptó Tarantino para trasladarla a su "Reservoir dogs" y que hoy en día es blandida como si de un plagio se tratase. Ni de puro cachondeo, y eso lo dice alguien que además de traérsela al fresco lo que haga el estadounidense, es seguidor de Ringo Lam, dentro de lo que cabe.
Pero bueno, atendiéndonos a lo que hay que atenderse, el tramo con el que concluye la cinta es fenomenal, por la situación, por el desarrollo de la misma y por despejar las brumas de que algo podría desentrañar un desenlace sensiblero y falto de credibilidad, y no es así ni por asomo, sobretodo porque Lam les da fluidez y convicción a esos instantes, prendiendo la mecha justo en la situación adecuada.