Terninada la Segunda Guerra Mundial los judíos supervivientes al Holocausto nazi son conducidos a campamentos de acogida en Israel. Allí va a parar Hans, un famoso malabarista que vive desquiciado por sus terribles recuerdos del campo de concentración al que fue enviado.
Si Edward Dmytryk ya había abordado el tema del antisemitismo en su notable "Encrucijada de odios" (1947), unos años más tarde denunciará las consecuencias de aquel deleznable odio visceral en su interesante película "Hombres olvidados". Y qué terribles consecuencias. De la noche a la mañana hombres y mujeres fueron desposeídos de sus bienes, de su hogar, de su dignidad y... de sus familias. Encerrados en campos de concentración fueron pisoteados, humillados, asesinados, por unos tipos que decidieron no pensar, convertirse en bestias y, lo que es peor, convertirse en UNO (todos ganadores, sí, pero todos iguales) Del recuerdo de estos valientes mocetones y de sus fechorías (una tortura por aquí, un asesinato por allá) pretende zafarse el bueno de Hans (magistralmente interpretado por Kirk Douglas) quien fuera famoso malabarista en la Alemania anterior a la Segunda Guerra Mundial. Lo han destrozado. Y ahora, lo único que desea es vivir al aire libre; rodearse de árboles y niños, comer fruta, correr, huir... Está convencido de que no tiene nada. "Casa es un sitio que has perdido" repite sin cesar.