Las dificultades económicas en Centroamérica se aúnan a las sociales; la Mara acecha, el narco gana terreno, los políticos de dudosa ética continúan al frente, mientras que la población se avasalla. Todo parece tener un rumbo hacia el atraso, ignorancia y desigualdad.

El escaso cine de estos lugares da claro ejemplo de ello y Julio Hernández lo documenta con la historia de un músico de marimba (instrumento representativo de Guatemala), afectado por uno de estos grupos de manera directa a través de extorsiones y al que inevitablemente solo le queda esconderse para proteger su valioso instrumento de trabajo.

La apatía de la gente a cuadro es evidente, el estado de abatimiento incuestionable, pero en la firme idea de salir adelante del protagonista, lo impulsa a la búsqueda de reinventar los sonidos de su marimba e integrarlos al heavy metal, a lado de un dúo de rockeros sin muchas posibilidades para destacar.

Cine social, de verdades sumamente incomodas que pocos voltean a ver, por momentos el filme se torna agrio, pero a malas rachas el director también encuentra el lado amable y chusco del asunto.