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Voto de Feng Lanzhí:
9
6.3
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Comedia
Alan McKim, un joven abogado, decide participar en el Rally Anual de coches antiguos de Londres a Brighton con su Darraq de 1904 llamado Genoveva. Wendy, su esposa, opina que la carrera es una tontería y un símbolo de inmadurez. Ambrose Claverhouse, amigo del joven matrimonio, decide competir con Alan en el Rally: Rosalind Peters, antigua novia de Ambrose, será su acompañante. Una carrera llena de tropiezos y sorpresas está a punto de empezar... (FILMAFFINITY) [+]
6 de diciembre de 2018
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El paseo tradicional entre Londres y Brighton, organizado por el Club de Coches Antiguos, y en el que solo pueden participar vehículos anteriores a 1905, es el marco en el que se desarrolla esta original comedia británica.
Alan McKim es un joven abogado con pocos recursos económicos, que heredó el viejo coche “Genoveva” de su padre, y no falta nunca a la cita. A su mujer, Wendy, no le hace mucha gracia la tradición (“Ese día siempre me quedo sin comer”), y preferiría ir a la fiesta que ha organizado una amiga.
El fanfarrón Ambrose Claverhouse, amigo de la pareja (fue el que los presentó), es un soltero adinerado que cada año hace el recorrido con una novia distinta. Este año es la elegante Rosalind, que ha tenido la ocurrencia de acudir con un enorme perro.
El pique infantil entre los dos hombres, presumiendo de sus coches, es el detonante de una absurda carrera en el regreso a Londres, para desesperación de sus parejas, y que da lugar a muchas situaciones cómicas, entre las cuales no está descartado el juego sucio (“Ni haciendo trampas eres decente”).
El título que he elegido es una ingenua frase que repetía Alan para animarse, cuando se acumulaban las averías y los contratiempos.
Comedia para todos los públicos que merece la pena recordar y reivindicar.
Alan McKim es un joven abogado con pocos recursos económicos, que heredó el viejo coche “Genoveva” de su padre, y no falta nunca a la cita. A su mujer, Wendy, no le hace mucha gracia la tradición (“Ese día siempre me quedo sin comer”), y preferiría ir a la fiesta que ha organizado una amiga.
El fanfarrón Ambrose Claverhouse, amigo de la pareja (fue el que los presentó), es un soltero adinerado que cada año hace el recorrido con una novia distinta. Este año es la elegante Rosalind, que ha tenido la ocurrencia de acudir con un enorme perro.
El pique infantil entre los dos hombres, presumiendo de sus coches, es el detonante de una absurda carrera en el regreso a Londres, para desesperación de sus parejas, y que da lugar a muchas situaciones cómicas, entre las cuales no está descartado el juego sucio (“Ni haciendo trampas eres decente”).
El título que he elegido es una ingenua frase que repetía Alan para animarse, cuando se acumulaban las averías y los contratiempos.
Comedia para todos los públicos que merece la pena recordar y reivindicar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Momentos para el recuerdo:
El coche de Ambrose, cercado dos veces por las ovejas, la fina Rosalind pringada en la charca para empujar el vehículo, la llegada a la ruinosa pensión, la cena en la que los hombres solo tenían un tema de conversación, los policías, hasta el gorro del comportamiento de los dos conductores, la exhibición de Rosalind, borracha, con la trompeta (la imagen más recordada de Kay Kendall)…
Y sobre todo el momento emotivo en que el viejo caballero descubría un Darraq, como aquel en el que se declaró a su mujer. Alan tiraba la carrera porque no era capaz de arrancar y dejar a ese amable anciano con la palabra en la boca.
El coche de Ambrose, cercado dos veces por las ovejas, la fina Rosalind pringada en la charca para empujar el vehículo, la llegada a la ruinosa pensión, la cena en la que los hombres solo tenían un tema de conversación, los policías, hasta el gorro del comportamiento de los dos conductores, la exhibición de Rosalind, borracha, con la trompeta (la imagen más recordada de Kay Kendall)…
Y sobre todo el momento emotivo en que el viejo caballero descubría un Darraq, como aquel en el que se declaró a su mujer. Alan tiraba la carrera porque no era capaz de arrancar y dejar a ese amable anciano con la palabra en la boca.