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Voto de Gort:
9
8.2
30,931
Drama
Eddie Felson (Newman) es un joven arrogante y amoral que frecuenta con éxito las salas de billar. Decidido a ser proclamado el mejor, busca al Gordo de Minnesota (Gleason), un legendario campeón de billar. Cuando, por fin, consigue enfrentarse con él, su falta de seguridad le hace fracasar. El amor de una solitaria mujer (Laurie) podría ayudarlo a abandonar esa clase de vida, pero Eddie no descansará hasta vencer al campeón sin ... [+]
3 de marzo de 2008
56 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fast Eddie apura el vaso en un trago rápido. Se inclina sobre la mesa empuñando el taco. Lo más difícil ya está hecho, ha echado el cebo y con ciega vehemencia han picado. Mucho trabajo para tan pocos dólares. Él, que juega para ser el mejor, está ya cansado de estas estafas de medio pelo. Se concentra un momento antes de golpear, superando fácilmente el aturdimiento del alcohol. Sonríe. Ni tan siquiera vemos el destino de las bolas.
Son casi las ocho y, como todas las noches, Minnesota Fats sube las escaleras que llevan a la sala de billar. Piensa en lo que encontrará en las páginas del periódico vespertino, anticipa el olor del cigarro. Juega de vez en cuando para dar sentido a todas las horas que pasa y ha pasado en ese local, aunque él ya no lo busque. Es el mejor. Por eso le espera una silla y una copa de aguardiente tras esa puerta. Menos esta noche. Tras su primer golpe, el sonido de las bolas al chocar entre sí -la música repetida y amortecida de su vida- hoy le hace bailar.
La silla empieza a torturarle. Son ya muchas las horas que lleva sentado en ella, pero sabe que hay que tener paciencia. Juega porque gana, eso es sólo la consecuencia. Lo suyo es establecer el sentido de esa relación y dejar bien claro que el reverso de la moneda, la fortuna esquiva, no tiene nada que ver con ella. Tantea el ánimo de los jugadores, oye madurar la fruta. No sonríe, pero sus anteojos negros ocultan la satisfacción del ave de rapiña.
La tragedia consiste en que de la confluencia de estos tres hombres el más perjudicado de todos no sea ninguno de ellos.
Son casi las ocho y, como todas las noches, Minnesota Fats sube las escaleras que llevan a la sala de billar. Piensa en lo que encontrará en las páginas del periódico vespertino, anticipa el olor del cigarro. Juega de vez en cuando para dar sentido a todas las horas que pasa y ha pasado en ese local, aunque él ya no lo busque. Es el mejor. Por eso le espera una silla y una copa de aguardiente tras esa puerta. Menos esta noche. Tras su primer golpe, el sonido de las bolas al chocar entre sí -la música repetida y amortecida de su vida- hoy le hace bailar.
La silla empieza a torturarle. Son ya muchas las horas que lleva sentado en ella, pero sabe que hay que tener paciencia. Juega porque gana, eso es sólo la consecuencia. Lo suyo es establecer el sentido de esa relación y dejar bien claro que el reverso de la moneda, la fortuna esquiva, no tiene nada que ver con ella. Tantea el ánimo de los jugadores, oye madurar la fruta. No sonríe, pero sus anteojos negros ocultan la satisfacción del ave de rapiña.
La tragedia consiste en que de la confluencia de estos tres hombres el más perjudicado de todos no sea ninguno de ellos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Me sorprende que casi todas las críticas describan al protagonista como un perdedor cuando el resultado de la partida final es evidente. Es más, a medida que se acerca el final, el espectador no sólo sabe que Eddie volverá a esa sala de billar sino que, además, una vez confirmada su sospecha, ganará.
Sin duda lo que hace que le atribuyamos el aura de perdedor es la muerte de la chica en el hotel de Louisville. Victoria con sabor de derrota nos parece. Y sin embargo pensar de esta manera es hacerlo igual que el pájaro de ‘Bird’ Gordon. “Ganar y perder –nos dice- son dos caras diferentes de la misma moneda”. Lo que esta película nos enseña es a responderle que serán dos caras distintas, pero es siempre la misma e inevitable moneda, el mismo destino.
El jugador de ajedrez que sacrifica su caballo en el enroque enemigo lo hace esperando que la combinación anticipada se cumpla; las fichas lanzadas al centro de la mesa por el jugador de póker son el signo de la fe en su juego. No hay épica en la derrota, sólo una vuelta cabizbaja a casa. No hay épica en la victoria, sólo botellas de ‘champagne’ y felicitaciones de gente desconocida. La épica viene de fuera.
“If you can meet with Triumph and Disaster, and treat those two impostors just the same” (“If”, Rudyard Kipling).
Sin duda lo que hace que le atribuyamos el aura de perdedor es la muerte de la chica en el hotel de Louisville. Victoria con sabor de derrota nos parece. Y sin embargo pensar de esta manera es hacerlo igual que el pájaro de ‘Bird’ Gordon. “Ganar y perder –nos dice- son dos caras diferentes de la misma moneda”. Lo que esta película nos enseña es a responderle que serán dos caras distintas, pero es siempre la misma e inevitable moneda, el mismo destino.
El jugador de ajedrez que sacrifica su caballo en el enroque enemigo lo hace esperando que la combinación anticipada se cumpla; las fichas lanzadas al centro de la mesa por el jugador de póker son el signo de la fe en su juego. No hay épica en la derrota, sólo una vuelta cabizbaja a casa. No hay épica en la victoria, sólo botellas de ‘champagne’ y felicitaciones de gente desconocida. La épica viene de fuera.
“If you can meet with Triumph and Disaster, and treat those two impostors just the same” (“If”, Rudyard Kipling).