Esta obra, cuarta entrega de la saga de Harry Callahan y la única dirigida por Clint Eastwood, es muy interesante por plantear un álter ego del propio Callahan, un otro yo que además es una mujer, una pintora desquiciada por el dolor interpretada por Sondra Locke. De ahí la presencia de un espejo en uno de los momentos más intensos de este "thriller": el justiciero se reconoce a sí mismo, y reconoce su pulsión de muerte, y no se gusta. Por supuesto, el personaje de Sondra Locke es el más interesante de toda la película.
spoiler:
El desenlace es sorprendente: Callahan deja libre a la asesina. En realidad, esto no es tan sorprendente: al dejar libre a la pintora, Callahan se está perdonando a sí mismo.