Escrita, dirigida e interpretada por la canadiense Fiona Gordon, el belga Bruno Romy y Phillippe Martz, nos cuenta en clave de cine mudo (sin apenas diálogos y a ritmo de slapstick), una muy divertida y original historia de un matrimonio (también en la vida real) con una desmedida afición por el baile, el profesor de gimnasia y ella de inglés en el mismo colegio, que tras sufrir un accidente al intentar esquivar a un suicida con el que se encuentran en la carretera a la salida de un túnel, cuando volvían de ganar un concurso rural de baile, ven mermadas de forma notable sus cualidades (tanto para el baile como para la docencia), ella a a causa de la amputación de una pierna y el con problemas de memoria y comportamiento.
Entretenida y divertidísima joyita, plagada de magníficos y memorables gags, teñida de un excelente humor negro, con una preciosista y colorista fotografía, originales y sorprendentes coreografías y con aroma a lo mejor del cine de Jacques Tati, nos encontramos ante una verdadera joyita, en la que por primera vez en mucho tiempo en el visionado de una película me hubiera gustado más minutos de metraje.
Absolutamente recomendable.