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Voto de Talibán:
5
12 de septiembre de 2011
25 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aparentemente, “Carrie” lo tuvo todo para ser una película de éxito:
- Un dúo protagonista muy conocido y ajustado a los personajes.
- Una historia basada en una novela célebre y prestigiosa, adaptada al calor del ruidoso éxito de otra película reciente inspirada en una historia del mismo autor, “Un lugar en el sol”.
- Edith Head, la diseñadora por excelencia de las actrices.
- David Raskin, maestro de la combinación de intensidad dramática y lirismo romántico.
- William Wyler, que era considerado el director de las estrellas.
En realidad, “Carrie” lo tenía casi todo para ser lo que fue, un batacazo de época.
- En 1952 el público pedía nuevas caras y un actor inglés que nunca fue especialmente adorado por la taquilla y la conocida Sra. de Selznick no eran reclamo bastante.
- “Un lugar en el sol” era una historia contemporánea; “Carrie”, una novela ambientada en el Siglo XIX difícil de extrapolar a la realidad de la posguerra americana salvo por su esqueleto melodramático, por lo demás desaforado. Para colmo era en blanco y negro y a esas alturas el público asimilaba trajes de época al tecnicolor.
- Apenas hay un par de imágenes en las que de verdad se luzcan los figurines, que presentan a una Jennifer Jones bellísima, por cierto. Sin embargo, la historia es demasiado triste y deprimente, casi es de mal gusto la ostentación del vestuario.
- La banda sonora de “Carrie” es maravillosa, de una sorprendente modernidad. Sucede que, en ocasiones, es un modelo de utilización equivocada de la música. A veces suena estridente, otras intrusa, sin fundirse ni remotamente con la imagen.
- Un dúo protagonista muy conocido y ajustado a los personajes.
- Una historia basada en una novela célebre y prestigiosa, adaptada al calor del ruidoso éxito de otra película reciente inspirada en una historia del mismo autor, “Un lugar en el sol”.
- Edith Head, la diseñadora por excelencia de las actrices.
- David Raskin, maestro de la combinación de intensidad dramática y lirismo romántico.
- William Wyler, que era considerado el director de las estrellas.
En realidad, “Carrie” lo tenía casi todo para ser lo que fue, un batacazo de época.
- En 1952 el público pedía nuevas caras y un actor inglés que nunca fue especialmente adorado por la taquilla y la conocida Sra. de Selznick no eran reclamo bastante.
- “Un lugar en el sol” era una historia contemporánea; “Carrie”, una novela ambientada en el Siglo XIX difícil de extrapolar a la realidad de la posguerra americana salvo por su esqueleto melodramático, por lo demás desaforado. Para colmo era en blanco y negro y a esas alturas el público asimilaba trajes de época al tecnicolor.
- Apenas hay un par de imágenes en las que de verdad se luzcan los figurines, que presentan a una Jennifer Jones bellísima, por cierto. Sin embargo, la historia es demasiado triste y deprimente, casi es de mal gusto la ostentación del vestuario.
- La banda sonora de “Carrie” es maravillosa, de una sorprendente modernidad. Sucede que, en ocasiones, es un modelo de utilización equivocada de la música. A veces suena estridente, otras intrusa, sin fundirse ni remotamente con la imagen.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y en cuanto a Wyler, yerra desde el principio, en el mismo planteamiento, cuando decide convertir a “Carrie” en algo que jamás había hecho, un melodrama hipertrofiado y enfático, él que era autor de alguno de los menos enfáticos dramas de Hollywood. Incluso cuando aparece el gran Wyler, en las escenas finales, es para negar la redención a los personajes y la catarsis al espectador y están llenas de un sentimiento que molesta especialmente a éste: la autocompasión.
Lo que identifica y diferencia a una película no es su historia, es su tono. Por eso, “Carrie” es una película desfasada en 1952. Está destinada a un público que no existía ya, el de los años cuarenta. En apenas tres o cuatro años el espectador había cambiado; su ingenuidad persistía pero era de otra clase, más doméstica, más optimista; ahora demandaba cercanía y las estrellas en el futuro inmediato pertenecerían todas a la escuela del naturalismo dramático.
Lo que identifica y diferencia a una película no es su historia, es su tono. Por eso, “Carrie” es una película desfasada en 1952. Está destinada a un público que no existía ya, el de los años cuarenta. En apenas tres o cuatro años el espectador había cambiado; su ingenuidad persistía pero era de otra clase, más doméstica, más optimista; ahora demandaba cercanía y las estrellas en el futuro inmediato pertenecerían todas a la escuela del naturalismo dramático.