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Voto de Talibán:
6
6.7
486
Drama
En una terraza de Roma se reúne un grupo de personas. Algunos son amigos, otros conocidos y otros se acaban de conocer. Todos son intelectuales y pertenecen a la clase media. En una de esas reuniones se encuentran Enrico, un guionista en crisis, Amedeo, un productor, Luigi, editor y periodista, Sergio, un ejecutivo de TV, Galeazzo, que acaba de regresar de Venezuela, Bruno, productor de anuncios de TV, y Mario, un diputado del Partido Comunista. (FILMAFFINITY) [+]
15 de septiembre de 2009
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca me ha gustado mucho Scola. Lo considero más un escritor que un director que utiliza su cámara para buscarse excusas por haber traicionado los ideales políticos que una vez tuvo (y que ya nadie tiene, esto debería bastarle). Es, por lo demás, un tipo culto y de buena pluma, más original en sus historias que la mayoría de sus camaradas de viaje generacional, sin una concepción concreta del estilo cinematográfico más allá de las tres reglas técnicas bien aplicadas.
"La terraza" es una de sus películas más olvidadas; fue vapuleada en su día por la crítica militante y también por los que llevaban años odiando al izquierdista Scola, ya que tiene lo que más molestaba a ambos extremos: sentimentalismo e ideología mezclados en un vaso de cóctel para consumidores selectos.
Esta olvidada y no muy inspirada película la vi hace algunos años. Y siempre la recordaré, porque hay en ella algo que me sirve en mi vida personal. ¿No es lo máximo a lo aspira un creador?
"La terraza" es una de sus películas más olvidadas; fue vapuleada en su día por la crítica militante y también por los que llevaban años odiando al izquierdista Scola, ya que tiene lo que más molestaba a ambos extremos: sentimentalismo e ideología mezclados en un vaso de cóctel para consumidores selectos.
Esta olvidada y no muy inspirada película la vi hace algunos años. Y siempre la recordaré, porque hay en ella algo que me sirve en mi vida personal. ¿No es lo máximo a lo aspira un creador?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Fue el adulterio de Vittorio Gassman, que interpreta a un político comunista casado que se enamora de una joven. Y decide seguir con su mujer.
El cine nos enseña cosas que no solemos llevar a la práctica nunca, como que el amor está por encima de los convencionalismos. Si una persona casada se enamora de otra, el deber del guionista es mostrar que ahí tiene la verdadera felicidad y que el sentido de su vida pasa por atraparla. Hacerlo es un acto de valentía y dejarlo pasar, de cobardía. Si sucede esto último suele ser por alguna circunstancia mayor que obliga al sacrificio (niños menores, enfermedad incurable del cónyuge cornudo etc.), un gesto llorado y aplaudido por los violines que acompañan el adiós (véase como ejemplo canónico "Los puentes de Madison"). El cine está lleno de conflictos entre el corazón y la razón y los espectadores sabemos muy bien de qué lado estar.
En "La terraza", como digo, el veterano político renuncia al joven amor de su vida. Las razones que da -en un ficticio discurso ante sus compañeros de partido- son modestas y alguien debe pensar que ni siquiera se deberían incluir en una película: sencillamente no sería justo dejar a su mujer. No sería justo abandonar a su compañera de las últimas tres décadas, la que compartió con él los años feroces y también los felices por el único motivo..., de que se ha enamorado de otra. No es justo causar infelicidad irreversible por egoísmo disfrazado de valentía anticovencional. Puesto que lo valiente en este caso es quedarse y hacer frente a tus propios complejos de macho que se resiste al retiro sin tener que destrozar ninguna vida. Y devolver lo que te han dado, si puedes.
Debió sonar terriblemente pequeñoburgués en su momento. A lo mejor a muchos de los que leen esto también se lo parece. Por lo que a mí respecta, verlo en "La terraza" me dejó una profunda huella. Y quizás me sirva algún día.
El cine nos enseña cosas que no solemos llevar a la práctica nunca, como que el amor está por encima de los convencionalismos. Si una persona casada se enamora de otra, el deber del guionista es mostrar que ahí tiene la verdadera felicidad y que el sentido de su vida pasa por atraparla. Hacerlo es un acto de valentía y dejarlo pasar, de cobardía. Si sucede esto último suele ser por alguna circunstancia mayor que obliga al sacrificio (niños menores, enfermedad incurable del cónyuge cornudo etc.), un gesto llorado y aplaudido por los violines que acompañan el adiós (véase como ejemplo canónico "Los puentes de Madison"). El cine está lleno de conflictos entre el corazón y la razón y los espectadores sabemos muy bien de qué lado estar.
En "La terraza", como digo, el veterano político renuncia al joven amor de su vida. Las razones que da -en un ficticio discurso ante sus compañeros de partido- son modestas y alguien debe pensar que ni siquiera se deberían incluir en una película: sencillamente no sería justo dejar a su mujer. No sería justo abandonar a su compañera de las últimas tres décadas, la que compartió con él los años feroces y también los felices por el único motivo..., de que se ha enamorado de otra. No es justo causar infelicidad irreversible por egoísmo disfrazado de valentía anticovencional. Puesto que lo valiente en este caso es quedarse y hacer frente a tus propios complejos de macho que se resiste al retiro sin tener que destrozar ninguna vida. Y devolver lo que te han dado, si puedes.
Debió sonar terriblemente pequeñoburgués en su momento. A lo mejor a muchos de los que leen esto también se lo parece. Por lo que a mí respecta, verlo en "La terraza" me dejó una profunda huella. Y quizás me sirva algún día.