Esta es una comedia mediocre, que desde su punto de partida y a través de un chico llamado Julio Sáez Jr. (Walter Cornás), cuya apariencia física no le favorece para nada, nos involucra en una fiesta (sin desmadre a la chilena), que sólo sirve para acentuar decisiones en el protagonista que le elevarán su autoestima. Esto lo ha contado el cine de muchas formas y en este contexto, bien vale la pena recordar algo que Charle Chaplin dijo en su momento: “al fin de cuentas todo es un chiste”.

Pero chiste no en el sentido o significado de formularse quién es el payaso, es poder ver que a la larga, la vida bien merece la pena vivirla y reírse uno mismo de los desaciertos que se tienen en el devenir de ella.

Si los directores Esteban Rojas y Juan Olivares quisieron dar ser un testimonio rockero de un sector de la sociedad chilena, pues no funcionó. Con una historia que parece escrita un día, jocosa en algunos pasajes y al mismo tiempo protectora de los jóvenes, a los que trata con gentileza y determinación; en la fábula no faltan alguna que otra pelea, y, de pronto: La crítica a una sociedad de manera jovial, despreocupada y libre de obsesiones en los jóvenes que transitan el siglo XXI ¿en Chile?