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Voto de Chris Jiménez:
8
Animación. Fantástico Dos gatos se embarcan en un viaje metafísico a través de un tren mágico. (FILMAFFINITY)
12 de diciembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atravesando de punta a punta la Cruz del Norte y bajo las luces de la constelación de Escorpio hasta más allá de Albireo, nuestros amigos Giovanni y Campanella realizan un viaje sin parangón, rozando los secretos mejor escondidos del cosmos y esperando en la última parada del Cisne, cuando la Vía Láctea desnude sus misterios de la vida y la muerte ante ellos...

Sus ojos quedan tan atónitos como los nuestros ante este espectáculo de fantasía cosmológico, surgido desde la inagotable fuente de imaginación del maestro de la literatura que fue Kenji Miyazawa con tan sólo 28 años, y tras perder a su hermana Toshi poco antes. "Ginga-tetsudo no Yoru" es, hoy por hoy, una lectura obligatoria en todos los centros escolares de Japón, como debería serlo a nivel mundial, esta hazaña que cruza las creencias budistas del autor con la fantasía de los cuentos cuyo viaje central sacude la perspectiva filosófica, existencial y religiosa del protagonista y así del lector.
Pero la obra, que pasó por diversas revisiones a lo largo de los años, nunca quedó completa debido a su temprana muerte a causa de neumonía, quedando entonces una elegía que debe interpretarse desde el punto de vista de cada uno y sobre todo sentirse a flor de piel. Esta adaptación animada de 1.985 a cargo del (por desgracia hoy no tan conocido) genio Gisaburo Sugii, fanático de las obras de Miyazawa, traslada el libro a partir de la versión manga de Hiroshi Masumura; el aspecto humano se sustituye por la visión más fantástica (y no poco "ghibliana") que entraña el tener a gatos antropomórficos como protagonistas...

Pero siguiendo el modelo original, Sugii también profundiza en la vida de Giovanni a lo largo de una introducción desarrollada con mucha paciencia y cuya puesta en escena absorbe gracias a sus ricos detalles de ambientación, color y atmósfera; esta introducción, pese a lo triste que pueda resultar para un público infantil, se trata de plantear una existencia melancólica a ojos de un niño, acosado, solitario, sin padre y con una madre enferma, que de algún modo permanece alejado de la realidad y las costumbres de su entorno, como si ya habitara en un mundo aparte.
Respetando la narrativa episódica el director estrecha el asfixiante círculo social alrededor del protagonista hasta llevarle a un inevitable acto de rechazo, si bien, a causa de los precarios medios de la productora Nippon Herald Films, esta versión felina de Giovanni se muestra en continua sorpresa ante la realidad que enfrenta, en un mutismo permanente que será también el del espectador. Esta comunión mística tendrá lugar cuando las incógnitas de la Vía Láctea que se plantea el anterior tomen la forma del tren fantasma del título y le arrastre a un viaje donde no se sabe si hay destino o retorno; al principio está solo y Campanella aparece más tarde, al contrario que en el texto.

Y entonces se libra la realidad de sus limitaciones...

(CONTINÚA LA CRÍTICA A BORDO DEL TREN, HASTA EL FINAL DEL VIAJE)

El esfuerzo de Sugii no podría plasmar ni la mitad de las ideas, pensamientos y simbologías metafísico-religioso-filosóficas del nativo de Iwate, pero logra acercarse a ello con toda sencillez, misterio y elegancia visual, un tributo a la densa fantasía muy galardonado y exitoso en su momento, de culto para cualquier fan de la anime y del cine que se precie y que continuará brillando con intensidad en la constelación de las obras maestras de la animación de todos los tiempos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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