Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Luis Guillermo Cardona:
10
Comedia Los Canfield y los McKay han heredado una enemistad que ha pasado de padres a hijos durante muchas generaciones. Pero, por caprichos del destino, Willie McKay (Buster Keaton) coge un tren en Nueva York, en el que conoce a Virginia Canfield (Natalie Talmadge)... (FILMAFFINITY)
26 de abril de 2009
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una absurda herencia del feudalismo, seguía latente en los Estados Unidos de Norteamérica del siglo XIX: Los hombres de una familia mataban a los de otra por una única razón... sus padres, sus abuelos, y sus bisabuelos… habían hecho lo mismo. El estigma lo heredaba cada nueva de-generación, y el que pudiera matar al otro, dejaba sembrada la venganza en aquellos que sobrevivieran. Eran los tiempos de una moral primitiva y burda de la que, felizmente, ya no se oye… ¿o sí?

Lo que vemos aquí, es la rivalidad que, los Canfield, sostienen con los McKay. La historia comienza, en 1810, cuando John McKay, recién casado y con un pequeño retoño, se ve obligado a enfrentarse con uno de los hijos de Joseph Canfield. Ambos mueren en el cruce de disparos, y entonces, huyendo de la maldición, la madre lleva a su hijo, Willie, a donde una tía en New York, la cual, a su muerte, se ocupará de criarlo hasta los 20 años cuando, hecho ya un hombre, recibe la noticia de que puede reclamar la herencia de su padre… que, él imagina, ¡será una enorme casona!

Antes de que haga el viaje de regreso a aquel agreste pueblo, la tía decide advertirle sobre la rivalidad del pasado… y justamente, en la diligencia que, Willie, ocupa, a su lado se acomoda Virginia Canfield, la hija de sus acérrimos enemigos… pero, él no lo sabe y por eso no tarda en ofrecerle sus galanteos y caballerosidad, creando así, con ella, un lazo de atracción mutua.

El viaje, se realiza en una novedosa diligencia de dos vagones (curioso anticipo de lo que sería el tren) impulsada, en vez de caballos, por una pequeña locomotora montada sobre los más singulares y surreales rieles. Esta, para mi gusto, es la más bella e ingeniosa secuencia de ferrocarril que haya visto en mi vida. Esos rieles que pasan por encima de todos los obstáculos que hay en el trayecto, ese desplazamiento manual de estos cuando un asno se cruza en el camino, en vez de mover al asno, ese túnel asentado sobre una mina de carbón que deja negros recuerdos… dan cuenta de una poesía y de una vena humorística, que llevaron al cine a las cumbres del arte por excelencia.

Seguidamente, se avendrá una serie de coincidencias que darán cuenta de que, ciertos destinos son ineludibles, porque, todo lo que sucede llevará al aparentemente indefenso, Willie, a entrar en la peligrosa 'cueva de los lobos' que andan ávidos de devorarlo.

El genial, Buster Keaton y su co-director, John G. Blystone, resuelven este filme con un enorme talento narrativo y con unos encantadores toques de tragicomedia surreal, que hacen que la película no decline, ¡ni por un segundo!, en su efectividad como gran clásico de la comedia.

Y aun surge una tercera y poderosa secuencia, la del río, donde Keaton, para salvar a la novia que pretendía salvarlo (su esposa en la vida real, Natalie Talmadge), dará prueba de su virtuosismo acrobático hasta llevarnos a una escena cumbre de enorme impacto... y de esas que permanecen grandes con el paso de los años.

Con, <<LA LEY DE LA HOSPITALIDAD>>, Buster Keaton, ha alcanzado la cima. ¡Bien que se merece la gloria!
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow