Claphands, es uno de esos pobres y bárbaros diablos, que toda la vida se la pasan alimentando sus deseos de venganza contra alguien que les hizo algo y que, de seguro, ya ha sufrido lo suyo con una vida atormentada, plagada de enfermedades o en la celda de una cárcel. La víctima de su absurdo odio se llama Valentine (nombre que remite a la triste época del gansterismo) y aunque Claphands pudo conseguir que Val fuera asesinado en la cárcel, eligió esperar a que pagara uno a uno los 10.227 días de su condena… para hacer su parte el mismo día en que cruce la puerta de salida de la prisión.

El primer encuentro de Val (Al Pacino), es con su viejo socio, compinche y entrañable amigo Doc (Christopher Walken), y juntos pasarán unas cuantas horas... hasta que llegue el momento crucial de las decisiones. Después, encontrarán a Hirsch (Alan Arkin)… y así, el trío de viejas y variopintas fechorías, vuelve a reunirse para seguir haciendo un poco más de lo mismo.

Estamos literalmente ante tres antisociales ya quemados por los años y las amarguras, pero en las horas siguientes, lograrán aflorar tanta fortaleza, compromiso, ferviente amistad, solidaridad, afanes de justicia… y deseos de redención, que pronto se nos dejará bien claro lo difícil que es condenar a un ser humano cuando se le da la ocasión de mostrar su lado bueno y sensible.

Nadie debería confundirse con esta encantadora película, que por tener a Pacino y a Walken en los créditos, y con la suerte de posters y títulos que le han asignado en algunos países, puede llevar a pensar que se trata de otra trama de acción pura, cuando lo que vemos en realidad es una comedia con muy poca acción, pero colmada de calidez y de reivindicación humana.

Un tanto salida de tono la secuencia del homo erectus, pero de resto, me sentí ante un filme edificante, capaz de aleccionarnos muy hondo respecto a la amistad, y muy especialmente sobre el derecho que debería dársele a cada hombre -por atroz que haya sido lo que haya hecho-, a que pueda alcanzar un cierto grado de redención, pues no es la venganza sino el perdón, lo que que traerá por fin la paz al mundo, y un sorprendente día, nos devolverá el paraíso.

Estupendas canciones de Jon Bon Jovi, Baby Huey y otros; una ambientación que da perfecta cuenta del sentir y el entorno de sus personajes; y un conjunto de actores intachable -donde además del trío protagonista, sobresale la adorable Addison Timlin (Alex)-, confluyen en una película que me resulta encantadora. Sin concesiones al mal gusto, Fisher Stevens, fácilmente podría ser un director con proyección a futuro.

Título para Latinoamérica: “TRES TIPOS DUROS”