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Voto de Luis Guillermo Cardona:
9
Comedia. Drama Después de la guerra, Albert Quentin (Jean Gabin) es un hombre asentado y dedicado junto a su esposa Suzanne (Suzanne Flon), a atender a los huéspedes de su hotel, pero, cuando "para pasar unos días", llega el joven Gabriel Fouquet (Jean-Paul Belmondo), los ímpetus de los años mozos, van a aflorar de nuevo en aquel viejo que aún aspira a darle sentido a su días. (FILMAFFINITY)
22 de junio de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Han pasado 15 años desde la guerra, y ahora, Albert Quentin ha dejado de beber, y junto a su esposa Suzanne, se ha dedicado tan sólo a cumplir con sus labores en el hotel de su propiedad. El que fuera su gran amigo, Esnault, ahora es casi su rival y regenta un salón de juegos al otro lado de la calle, y ahora, Tigreville luce más como Rutinaville, porque ya no ocurre nada que alegre un poco la vida y hasta el burdel pareciera olvidado por todos… pero, un día cualquiera, un nuevo inquilino llega al hotel. Se llama Gabriel Fouquet, y aunque es de origen francés, añora a España y él mismo se siente bailarín y matador a la española. Quentin, por su parte, sigue añorando a China y sus aventuras en el Yang-tze, y pronto, el viejo verá en Gabriel a ese hijo que nunca tuvo y con él sentirá que la aventura y la juventud regresan -aunque sea momentáneamente-, a su rutinaria vida.

“Me recuerdas a uno de esos monos perdidos que se encuentran en oriente cuando llega el primer frío”, le dirá en algún momento Albert, a su inquilino y nuevo amigo, y ésta metáfora comenzará a explicar el título, “Un Singe en Hiver” (Un mono en invierno) (1959) que, el escritor Antoine Blondin (1922-1991), diera a la novela que, François Boyer y Michel Audiard, adaptaran para el filme. También, un halo de bella poesía envolverá la historia, porque, con suma eficacia, diálogos bien cuidados e imágenes muy sutiles, la nostalgia por la juventud perdida y también por la paternidad denegada -que vale para ambos protagonistas-, estarán en primer plano.

Los primeros minutos, nos harán presentir un filme de guerra y Verneuil se lucirá con llamativos insertos documentales y una puesta en escena muy bien complementada… más luego, la guerra va a ser interior, y un cúmulo de guardadas emociones y reprimidos anhelos van a salir a flote, hasta que, quizás, llegue un poco de luz y la gente de Tigreville tenga por fin algo nuevo que contar. “Quizás sea un sueño que se sumerge en el mar” –como dijera Albert muy sensiblemente-, pero, cada minuto que se viva con alegría y plenitud, es un espacio de tiempo ganado para siempre y nada ni nadie puede arrebatárnoslo.

En “UN MONO EN INVIERNO”, Verneuil reúne, por primera y única vez, a los que serían sus dos actores favoritos: Jean Gabin y Jean-Paul Belmondo, y la empatía entre ellos aumentará, sustancialmente, el valor de un filme que ha sido hecho para dar cabida a una lectura profunda y para dejar huella, especialmente en los corazones de los más mayorcitos.

Mientras se tenga aliento, se puede volver a recuperar la alegría; podemos volver a reír y a sentirnos juguetones; e incluso, podemos intentar recuperar a aquel o aquellos seres a los que aún amamos y por alguna necedad perdimos. Cada minuto ganado para el amor y la armonía, cada instante recuperado para el bienestar y la felicidad, aumentará el significado de nuestra existencia… y cuando llegue, por fin, el último invierno de nuestras vidas, vamos a ser capaces de bendecirlo exhalando una sonrisa de agradecimiento.
Luis Guillermo Cardona
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