Hubo un tiempo en que, invitado por un par de amigas que hacían labores sociales, visité -un tiempo con una y luego con la otra-, un par de cárceles donde lo que hacíamos era llevar una película que luego comentábamos con los reclusos y, en el segundo caso, era ir a conversar con ellos y brindarles ánimo para sobrellevar su cautiverio. En algunas ocasiones, cuando se daba un momento para conversar personalmente con algún recluso, una de las preguntas que regularmente hacía era: "¿Cuál crees que fue la causa por la que decidiste cometer el hecho por el que permaneces recluido?"

Entre las respuestas que recuerdo, escuché cosas como: “Estaba desempleado y cansado de buscar trabajo inútilmente, hasta que alguien me invitó a acompañarlo a cometer un asalto. Nos fue bien y me quedó gustando”… “Mi madre y mis hermanos estaban pasando física hambre. Yo tenía que responder por ellos, y en esas, alguien que sabía de mi situación me ofreció matar a un tipo que había violado a una muchacha. Me dije: ‘Si no mato yo a ese hp, sigue haciendo daño hasta que otro lo mate, y yo necesito ese billete’. Matar a un tipo así no me causó ningún remordimiento, así que, cuando me ofrecían un trabajo donde al que había que acostar era una porquería, no me arrugaba y lo despachaba enseguida”… y cierta vez, en una cárcel de mujeres, una señora de muy fino aspecto se me acercó para contarme con lágrimas en los ojos: “A mi hijo de 20 años, le encontraron una droga en la casa. Me sentí culpable por haber sido tan permisiva y decidí decir que era mía. Él me había sacado de la miseria y yo no quería que estuviera en la cárcel”.

Hay cientos, quizás miles de personas que se han vuelto delincuentes forzados por las circunstancias o por razones que podrían ser verdaderos atenuantes. Pero, las leyes juzgan hechos y no motivaciones… y por esta razón, en las cárceles hay muchos seres humanos que solo necesitarían una oportunidad para redimirse.

Por alguna razón de peso, también, Joe Maybe, acaba de asaltar un banco. El comisario, Jim Lunan, lo persigue… pero, cuando está punto de darle alcance, Lunan cae por un precipicio y muere accidentalmente. Con su placa y su identidad, el joven Maybe, llega hasta un pueblo cercano donde se hace pasar por el sheriff fallecido. El juez Kyle, lo acoge con entusiasmo, y al dar, Maybe, la medida, lo toma como nuevo comisario del pueblo… y todo el mundo comienza a sentirse a gusto con el nuevo hombre de ley… pero, los reveses no tardarán y, Maybe-Lunan, tendrá que decidir de qué lado va a estar.

Con, <<SENDAS TORTUOSAS>>, una vez más, el director Jesse Hibbs, vuelve a dar prueba de que fue un director más efectivo que, muchos otros, con mayores presupuestos. Su filme desborda sensibilidad; da precisa cuenta de que, para ser rectos, lo que muchos hombres (y mujeres) necesitan es que crean en ellos y se les brinde afecto… y vuelve a mostrar lo grande que resulta una sociedad que da a los hombres la ocasión de redimirse.

La puesta en escena es muy satisfactoria; la fotografía, en Cinemascope, cumple su cometido; el guion de Borden Chase, basado en una historia de George Bruce, goza de acertados diálogos y definidos caracteres… y el grupo de actores encabezado por, Audie Murphy, Walter Matthau, Gia Scala y Henry Silva, resulta muy ajustado, dando como resultado otro western… ¡bien digno de recordarse!