Es curioso que una película de apariencia tan ligera como “El orden divino” contenga en sus entrañas una carga tan dura y trascendental como la que atesora este film que ilustra e instruye sobre el período de lucha de las mujeres suizas para conseguir su derecho a voto. En su segunda película como directora, Petra Volpe nos lleva de la mano hasta los oscuros, y no tan lejanos tiempos como pueda parecer, en los que las mujeres adquirieron conciencia de género y la lucha feminista empezó a dar sus primeros pasos. Y lo hace, como digo, de una manera suave, sin caer en excesos dramáticos, introduciendo el mensaje con cuidado de no herir determinadas sensibilidades. A ello ayudan unos personajes al borde de la caricatura, en lo que es quizás una de las peores decisiones de Volpe, ya que si bien con ello consigue darle a su film un tono más amable, se echan en falta personajes con algo más de carácter, más ricos en matices. Pese a todo, y salvando este obstáculo, la película se disfruta con agrado, gracias a una acertada ambientación y una narración muy ajustada. Las ansias de liberación a todos los niveles de la mujer, vista a través del personaje de Nora, se convierten en la lucha de un colectivo que descubrirá una dignidad que hasta el momento se les había negado. Y no hay nada mejor para entender el presente que conocer de dónde venimos.

Lo mejor: que nos ayude a abrir los ojos respecto a un país propenso a la idealización.

Lo peor: que la película no esté a la altura de la historia que cuenta.