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Voto de Natxo Borràs:
6
Drama El 6 de febrero de 1994, Marcial Rabadán y su hijo Andrés discuten tras la comida. Andrés va a su habitación, coge la ballesta, un regalo por Reyes, la carga y dispara sobre su padre. La primera flecha, en la cabeza y dos más “para que no sufriera”. Tras abrazar el cadáver se dirige a la comisaría y se entrega. Había nacido para las páginas de sucesos “el loco de la ballesta”. Para la opinión pública, el horror inexplicable; para los ... [+]
28 de noviembre de 2009
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director Ventura Durall ya conocía interiormente los entresijos del mediáticamente apodado "asesino de la ballesta" Andrés Rabadán en el documental "El Perdón" por lo que decidió emprender la tarea de realizar un largometraje sobre la vida de éste jóven que, aquejado de esquizofrenia, asesinó a su padre y descarriló tres trenes llenando las páginas de sucesos de todos los periódicos del país.

En "Las Dos Vidas de Andrés Rabadán" vemos a su protagonista (interpretado por un convincente Alex Brendemühl) en el ala psiquiátrica de la prisión. Humanizado por el sistema que a la vez lo encierra y aleja de las ilusiones que en una futura puesta en libertad puede llevar a cabo, no le queda más remedio que imaginar por su cuenta una nueva vida o la que podía haber vivido en escenarios naturales (las playas del Maresme o la montaña de Montserrat), sinó fuera por sus dramáticos cometidos. Sarah (Clara Segura), la nueva psiquiatra del Centro Penitenciario le propone someterse voluntariamente a una terapia de grupo de la que confía excelentes resultados. Andrés vé también un claro apoyo sentimental en la enfermera Carme (Mar Ulldemolins).

Rabadán (que colaboró en la película mano a mano con el realizador y el actor Brendemühl a base de entrevistas y correos) no duda en hablarnos de un tormentoso pasado con su tiránico padre así como la protección mútua hacia su hermana (Elena Fortuny). Ya de paso, desgranar esas dos vidas sirve de crítica para dar un repaso a las rígidas condiciones establecidas en las prisiones.

Lo Mejor: los cambios de escena, acordes a la imaginación de Rabadán
Lo Peor: su brusca, aunque convincente, denuncia sobre el sistema penitenciario
Natxo Borràs
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