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Voto de Natxo Borràs:
8
Drama En la segunda mitad del siglo XV, en Inglaterra, estalla una guerra civil: la Guerra de las Dos Rosas (1455-1485) entre la Casa de Lancaster (rosa roja) y la de York (rosa blanca), que será el último enfrentamiento entre el absolutismo real y la nobleza La victoria de Mortimer Cross desplazó del trono a los Lancaster y Eduardo IV de York, fue proclamado rey. A su victoria contribuyeron sus hermanos Ricardo de Gloucester y Jorge ... [+]
24 de junio de 2010
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Laurence Olivier ya había dirigido, e interpretado a la vez, sendas adaptaciones shakesperianas como “Enrique V” (1944) y “Hamlet” (1948). Unas décadas más tarde Kenneth Branagh haría otro tanto con ambas, más oportunistas y con un cierto aire de descaro.

En “Ricardo III”, dirigida en 1955, Olivier intenta ir más allá de la grandeza sublime del texto, trasladando su complicada prosa a los dogmas cinematográficos. A su vez se reviste del tullido y codicioso Duque de Gloucester que en tiempos de paz, después de las crudas batallas entre las rosas de Lancaster y York, urde un maquiavélico plan para alcanzar la corona, a pesar de una inmensa joroba y una pesada cojea que le corrompen su ser hasta tal punto que le han convertido en un frío y despiadado monstruo, nada agradable a la vista del resto de miembros de la corte.

Así Ricardo asistirá a la coronación de su hermano convertido en Eduardo IV, Rey de Inglaterra (Cedric Hardwicke). Para desembrazarse de sus próximos con el fin de alcanzar, maquina una conspiración contra su otro hermano, George, el Duque de Clarence (John Gielgud), encerrándolo en la Torre por orden expresa del Rey, que Ricardo le ha convencido, según una profecía, le arrebatará el trono. Pero aún le queda el heredero directo al trono, el hijo de Eduardo, Edward (Paul Huson), príncipe de Gales y que tiene a Ricardo como tutor, después de la muerte de su padre. El plan sale según lo previsto, se casará con Lady Anna (Claire Bloom), viuda de Edward de Westminster, asesinado por las fauces del Duque de Gloucester, para abrirse camino a sus pretensiones de acceder a la Corona de Inglaterra.

Salvo los exteriores rodados para recrear la batalla final de la sublevación de los Richmond contra Ricardo III, Olivier siempre rodó en interiores, simulando en los decorados espaciosos y fríos de la corte inglesa. Permitió que el resto de actores (sobresalientes Bloom, Hardwicke, Gielgud y Richardson) obraran con gran libertad de movimientos, reservándose eso sí planos de importancia en lo referente a las características intervenciones y monólogos de su pérfido personaje (mirando siempre a la cámara para buscar la complicidad al espectador).

Cuarenta años más tarde, en 1995, Richard Loncraine (Firewall) dirigió una libre adaptación de la misma obra interpretada por Ian McKellen y Annette Bening, rodeada por una turbia atmósfera pseudofascista que obtuvo admirables críticas.
Natxo Borràs
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