Haz click aquí para copiar la URL
España España · Madrid
Voto de keizz:
9
Drama Precuela de la trilogía "Heimat", que Edgar Reitz realizó para televisión en 1984, 1993 y 2004, en donde sigue la historia de Alemania en el siglo XX a través de un ficticio pueblo alemán. Ambientada en el 1842, sigue a la familia Simon en Hunsrück, que busca escapar de la pobreza y el hambre empezando una nueva vida en Brasil. Johann es el padre y trabaja como herrero, Margaret la madre, Lena la hija mayor que se ha fugado porque ... [+]
22 de octubre de 2015
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Edgard Reitz ya había realizado una excelente (aunque poco conocida por aquí) serie de televisión llamada “Heimat”, que resulta ser una magnífica crónica del siglo XX mostrada desde un pueblo ficticio de Alemania llamado Schabbach, en la que seguimos la historia de la familia Simon desde la Primera Guerra Mundial hasta el fin del siglo. Una serie costumbrista, didáctica, apasionante y tremendamente artística, que no se parece nada a las series que estamos acostumbrados a ver en televisión.

Ahora, Reitz, ya octogenario, nos despacha una película que resulta ser una precuela o prólogo de aquella sensacional serie. Nos muestra a los antepasados de los Simon, en el mismo pueblo, en la misma casa, con la misma herrería, pero en otro tiempo, cuando la pobreza y el despotismo hacía que sus habitantes se plantearan la emigración a Brasil como único medio para prosperar, en unos tiempos durísimos, cuando lo normal era que los niños murieran antes de que aprendan a andar

Reitz, como ya hiciera en la serie televisiva, elabora una obra fascinante, tanto en el fondo como en la forma, mostrándonos la Historia a través de una historia. Porque mediante una historia pequeña, íntima y familiar situada en un diminuto pueblo alemán se refleja la gran historia de todo un país, probablemente de todo un continente. Es la rigurosidad histórica, la fría y pedagógica historia narrada por medio de una trama de amor, de sentimientos familiares, de descubrimiento personal, de sueños individuales… es la historia de un gran país vista desde el espejo de una familia ficticia, en un pueblo ficticio.

“Heimat” se va relatando a través de la voz en off de Jakob, el personaje central. Jakob vive en el pueblo con su familia, pero es distinto a ellos. Mientras toda la familia trabaja de sol a sol en el campo o en la herrería para poder vivir en esos años terribles (se alimentan casi exclusivamente de patatas), Jakob lee libros, aprende frases de los nativos de la selva amazónica, y sueña continuamente con escapar de su pueblo y cruzar el océano.

Jakob se siente fuera de contexto. Sabe que no es como los demás. Quiere a su familia y les gustaría ayudarlos, pero vive ensimismado en sus sueños. Tímido e introvertido, busca la soledad para leer, para soñar. Mientras los demás chicos buscan chicas para levantarles la falda, él se enamora. Se rien de él porque en lugar de saber manejar una máquina, sabe leer. No pelea por comida, pero sí por los libros, que es lo que realmente le alimenta.

Reitz no tiene prisa. La película dura cuatro horas. Así como suena. Esto, indudablemente, supondrá un lastre comercial, pero Reitz ya lo sabía y se ha atrevido con ello igualmente. Yo le aplaudo. Una historia de estas características y esta magnitud no se merecía ser narrada con prisas. ¿Y si os digo que no me hubiera importado que durase un par de horas más? Pues tal cual.

Para hilvanar el relato histórico y los sentimientos de los personajes, Reitz recurre, como ya hiciera en la serie televisiva, a la naturaleza. A pesar del blanco y negro, la naturaleza se alza imperial sobre la película, empequeñeciendo a los personajes con su inmensidad. Realiza planos espléndidos de los campos de trigo en los que los personajes son eclipsados por la frondosidad de la naturaleza y su inabarcabilidad. Los campos, el rio, los árboles, las rocas… son tan protagonistas como los personajes, y vertebran la historia igual que ellos.

Estéticamente “Heimat” es una joya. Como hizo en la serie, vuelve a apostar por la elegancia del blanco y negro, roto puntualmente por algún elemento en color. Elementos que Reitz subraya de ese modo, otorgándoles color. La bandera alemana, unas flores en el campo, la piedra del padre de Jettchen, las cerezas que cuelgan de un árbol, un trozo de muérdago que decora la casa…

Es un espectáculo visual que te atrapa en la silla desde el primer minuto. Cada plano es una obra de arte. Cada travelling, cada toma es de una calidad insuperable, de una belleza descomunal. Y la música da perfecta réplica a lo visual, ayudando siempre, entrando cuando tiene que entrar (hay muchos pasajes de la película sin música, y es perfecto que así sea) y siempre al servicio del film, decorando aún más la ya de por sí inmejorable parte visual.

La película se divide en dos partes (entre una y otra hay un descanso de cinco minutos, perfecto para ir al baño). En la primera, Jakob nos presenta la historia con la voz en off a través de su diario. En esa primera parte el tono es alegre, optimista, los personajes no han perdido la inocencia, todo es primaveral y onírico. En la segunda parte, las cosas cambian para Jakob y para todos. La vida le atiza a Jakob, como atiza a todos los soñadores. Llega el desengaño amoroso, la cárcel, las enfermedades, la muerte de seres queridos, los sueños rotos. Hasta el paisaje de los campos floridos se transforma en páramos agrios. Bienvenido al mundo real.

La película lo tiene todo. Intento buscar algún pero, para dar más sensación de objetividad, pero no existe. Podría decir que es muy larga, pero mentiría. Dura lo que tiene que durar, es perfecta tal como está. Largo se me hace esperar el autobús cinco minutos, pero cuatro horas de esta obra maestra son cuatro horas de placer, y eso nunca es largo. Si acaso, lo peor que tiene es que es demasiado bella, puesto que tanta belleza a veces hace que te centres tanto en lo que ves que pierdas un poco la noción de la historia que te están contando.

“Heimat” no es una película al uso. Nunca se verá en los cines de un Centro Comercial. Es otra cosa. Es una obra audiovisual espectacular, una epopeya inolvidable. Una de esas películas que, al salir del cine, ya sabes que es imperecedera, que has asistido a un acontecimiento. Sabes que dentro de unos años podrás decir “Yo vi Heimat en una sala de cine, de estreno”, y que se te iluminarán los ojos al contarlo, como se iluminaban las violetas en los campos de Schabbach.

https://keizzine.wordpress.com/
keizz
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow