Media votos
6.5
Votos
5,704
Críticas
5,202
Listas
10
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de TOM REGAN:
8
7.0
176
Thriller. Intriga
Un relojero que sospecha que su mujer le es infiel mientras él está trabajando diseña una bomba de relojería para que estalle a las cuatro en punto, coincidiendo con la llegada del amante. Pero entonces sucede algo totalmente imprevisto. Primer episodio de la serie "Suspicion" creada por Hitchcock y que no pasó de la primera temporada. (FILMAFFINITY)
26 de junio de 2021
Sé el primero en valorar esta crítica
243/43(26/06/21) Notable episodio piloto de esta serie creada por el mago del suspense Alfred Hitchcock, una serie de tv para la NBC que solo duró una temporada con de 42 episodios (que se desarrolló de 1957 a 1958) en un molde similar a Alfred Hitchcock Presents, aunque doblando la duración y sin él de (bufón) maestro de ceremonias en el prólogo, donde él único que dirigiría el cineasta de “Con la muerte en los talones” fue este primero, tras esta volvería a sus exitosas “Alfred Hitchcock presenta” (1955-1961) y “La Hora de Alfred Hitchcock” (1962-1965). En este caso AH con una historia de Cornell Woolrich (“La ventana indiscreta”) que adapta Francis M. Cockrell (“Inferno”), ofrece un febril espectáculo de tensión asfixiante, que con muy pocos elementos, de cuasi de ejercicio de estilo, con efluvios al episodio “Alfred Hitchcock presenta: Colapso” (1955), donde el meollo de la acción era la visión de un tipo que no podía moverse tras un accidente, aquí el corazón de la cinta es un tipo amarrado y amordazado en un sótano frente a una bomba que sabe explotará a “Las cuatro en punto” (por supuesto de ahí el título), ello con grandes dosis de su película “Sabotage” (1936), por lo del manejo en edición del elemento bomba, con esto y sus pensamientos en off se compone un hábil metraje, subyugante en el modo estremecedor de filmarlo, haciéndonos sentir el pánico crescente del protagonista, hundiéndonos en su zozobrante psique, con giros ingeniosos que aportan ritmo y atrapan en sus malsanas redes donde nadie es bueno del todo, y todo ello para llevarnos a un final sorpresa efectivo y punzante.
Demuestra AH que no necesitaba de grandes medios o lardes técnicos para engancharnos en su modo particular de rodar. Donde tiene gran importancia la cinematografía de John L. Russell (“Psycho”) con angulaciones y primeros planos opresivos, combinados con el formidable montaje de Edward W. Williams (el habitual de “Alfred Hitchcock presenta” y su secuela “La hora de A. H.”), trasladando al espectador una creciente desazón que nos cala en los huesos, ello en miscelánea con el sonido envolvente de las manecillas segunderas de un reloj, gracias a la fenomenal labor del encargado William H. Lynch (otro colaborador televisivo habitual de Hitchcock).
El relojero Paul Steppe (E.G. Marshall) cree que su esposa Fran (Nancy Kelly) ha tenido un amante, a quien ella recibe en su casa todas las tardes mientras Paul trabaja en su tienda. Enloquecido por los celos, instala una enorme bomba de tiempo en el sótano con un reloj despertador y explosivos caseros, y la configura para las cuatro, cuando imagina que los dos amantes estarán entrelazados.
El episodio se puede dividir claramente en dos partes. En la primera Hitchcock se atiene con calma a seguir la preparación del minucioso plan vengativo del protagonista, como prepara y prueba explosivos con sus relojes, como se introduce con sigilo en su casa por el sótano, dejando explosivos en varias pasadas, los fríos ententes con su esposa, como vemos se da cuenta en detalles de que alguien visita su hogar cuando está fuera (cervezas que él no bebe, colillas de cigarros, un auto en la puerta,...). Y en la segunda parte nos embarcamos en una inmersión en cuasi-subjetivo con Paul, haciéndonos sentir lo que él, sus dudas, sus ilusiones, sus golpes, sus anhelos, haciéndonos sentir una contrarreloj que nos va oprimiendo mentalmente frente a nuestra ‘guillotina’ en forma de reloj, hasta implosionar en un final que encaja muy bien en el tono del minutaje y de Hitchcock (spoiler).
E.G. Marshall lleva muy bien el peso del episodio con una gran expresividad, con apenas palabras, con mucho en off, todo para hacernos uno con su sufrimiento y angustia existencial frente a su condena a muerte en el rush final; Destacar la aparición de un joven Harry Dean Stanton como secundario con 31 años.
Demuestra AH que no necesitaba de grandes medios o lardes técnicos para engancharnos en su modo particular de rodar. Donde tiene gran importancia la cinematografía de John L. Russell (“Psycho”) con angulaciones y primeros planos opresivos, combinados con el formidable montaje de Edward W. Williams (el habitual de “Alfred Hitchcock presenta” y su secuela “La hora de A. H.”), trasladando al espectador una creciente desazón que nos cala en los huesos, ello en miscelánea con el sonido envolvente de las manecillas segunderas de un reloj, gracias a la fenomenal labor del encargado William H. Lynch (otro colaborador televisivo habitual de Hitchcock).
El relojero Paul Steppe (E.G. Marshall) cree que su esposa Fran (Nancy Kelly) ha tenido un amante, a quien ella recibe en su casa todas las tardes mientras Paul trabaja en su tienda. Enloquecido por los celos, instala una enorme bomba de tiempo en el sótano con un reloj despertador y explosivos caseros, y la configura para las cuatro, cuando imagina que los dos amantes estarán entrelazados.
El episodio se puede dividir claramente en dos partes. En la primera Hitchcock se atiene con calma a seguir la preparación del minucioso plan vengativo del protagonista, como prepara y prueba explosivos con sus relojes, como se introduce con sigilo en su casa por el sótano, dejando explosivos en varias pasadas, los fríos ententes con su esposa, como vemos se da cuenta en detalles de que alguien visita su hogar cuando está fuera (cervezas que él no bebe, colillas de cigarros, un auto en la puerta,...). Y en la segunda parte nos embarcamos en una inmersión en cuasi-subjetivo con Paul, haciéndonos sentir lo que él, sus dudas, sus ilusiones, sus golpes, sus anhelos, haciéndonos sentir una contrarreloj que nos va oprimiendo mentalmente frente a nuestra ‘guillotina’ en forma de reloj, hasta implosionar en un final que encaja muy bien en el tono del minutaje y de Hitchcock (spoiler).
E.G. Marshall lleva muy bien el peso del episodio con una gran expresividad, con apenas palabras, con mucho en off, todo para hacernos uno con su sufrimiento y angustia existencial frente a su condena a muerte en el rush final; Destacar la aparición de un joven Harry Dean Stanton como secundario con 31 años.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Como defecto le pondría que Paul no hace ningún intento por hacerse notar a su esposa, no da golpes contra el tubo que está amarrado, simplemente espera que ella lo descubra porque sí, esto me resulta inverosímil.
Estando amarrado y amordazado descubre que su esposa no tenía un amante, si no que era su hermano recién salido de prisión (lo oye desde el sótano), y que ella no quería lo descubriera por vergüenza. Entonces Paul se da cuenta de lo catastrófico de su plan.
En el clímax con Paul sintiendo el peso lapidario delas manecillas del reloj acercándose como la cuchilla al cuello en una guillotina, vemos su sudor frío, oímos sus desesperados gritos sordos. Llegan las 4, y.... se produce una elipsis con fundido. Y encontramos a la policía en el sótano, ya unos enfermeros amarrando a Paul con una camisa de fuerza, el colapso por lo vivido lo ha hecho explotar psíquicamente. Él en sus delirios le dice que si quiere puede tener un amante, que él no se molestará. Un policía por casualidad suelta el enchufe de la bomba y la mujer dice que no pasa nada, los plomos se fundieron y no hay luz. Entonces nos enteramos él porque no explotó la bomba, con lo que el giro perverso del destino ha jugueteado con Paul. Por cierto, parecen no encontrar la bomba la policía, menudos zoquetes.
Decía que el final tiene mucho de hitchcockiano en como el cineasta de “La ventana indiscreta” gusta de incrustar elementos de demencia en muchos de sus films, como “Recuerda”, “Falso culpable”, “Psycho” o “Marnie”.
Me queda un atractivo mediometraje, con buenas dosis de intensidad. Fuerza y honor!!!
Estando amarrado y amordazado descubre que su esposa no tenía un amante, si no que era su hermano recién salido de prisión (lo oye desde el sótano), y que ella no quería lo descubriera por vergüenza. Entonces Paul se da cuenta de lo catastrófico de su plan.
En el clímax con Paul sintiendo el peso lapidario delas manecillas del reloj acercándose como la cuchilla al cuello en una guillotina, vemos su sudor frío, oímos sus desesperados gritos sordos. Llegan las 4, y.... se produce una elipsis con fundido. Y encontramos a la policía en el sótano, ya unos enfermeros amarrando a Paul con una camisa de fuerza, el colapso por lo vivido lo ha hecho explotar psíquicamente. Él en sus delirios le dice que si quiere puede tener un amante, que él no se molestará. Un policía por casualidad suelta el enchufe de la bomba y la mujer dice que no pasa nada, los plomos se fundieron y no hay luz. Entonces nos enteramos él porque no explotó la bomba, con lo que el giro perverso del destino ha jugueteado con Paul. Por cierto, parecen no encontrar la bomba la policía, menudos zoquetes.
Decía que el final tiene mucho de hitchcockiano en como el cineasta de “La ventana indiscreta” gusta de incrustar elementos de demencia en muchos de sus films, como “Recuerda”, “Falso culpable”, “Psycho” o “Marnie”.
Me queda un atractivo mediometraje, con buenas dosis de intensidad. Fuerza y honor!!!