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Voto de TOM REGAN:
8
18 de abril de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
100/20(17/04/20) Notable y conmovedor drama checo, de los que recuerdas estremeciéndote, en su punzante mezcla de romance trágico (no es spoiler, el título lo lleva implícito), y acerada denuncia de los totalitarismos, el marco de fondo es la ocupación nazi de Praga, se puede extrapolar a la ocupación soviética del país bohemio, con la cantidad de subcapas que contiene el film lo hacen una obra a reivindicar. Dirigida por el combativo Jiří Weiss, guión de Jan Otcemasek y Jurí Weiss, adapta la novela “Romeo, Julia a tma” (1958) del primero, inspirada libremente en el drama “Romeo y Julieta” (1597), de W. Shakespeare, y en el relato “The Diary of Anne Frank” (1947), de Anne Frank. Versa sobre un joven que ayuda a esconderse a una chica judía en el ático de un edificio de pisos durante 1942, con la ocupación nazi del país, cruzándose en la historia el asesinato (27 de mayo) y la muerte posterior (4 de junio) del Reichsprotektor Reinhard Heydrich (arquitecto de la Solución Final), el sádico nazi gobernante vicioso de Checoslovaquia.
Weiss muestra el horror del Holocausto con sutileza, sin violencia, en medio de detalles, con una familia que sale de su casa y apila los enseres en un carro dirección a coger un tren con su niños preguntando ingenuamente por si pueden llevar juguetes donde van, con un alumno que es arrastrado de clase porque su familia es sospechosa de albergar a un ‘ilegal’, o con esa otra familia que es sacada de su casa, todo con penetración, edificando la opresión y asfixia mental mediante noticiarios de radio, amenazas por altavoces, carteles en paredes o periódicos. Un retrato costumbrista en que se muestra con crudeza una atmósfera claustrofóbica de miedo y dolor latente, donde cada personaje representa un modo de enfrentar esta Avernal situación. Una visión desprovista de épica, donde se mira con pesimismo a la individualista Naturaleza Humana. En el centro queda una entrañable y trémula historia de amor, mostrada por Weiss con gran sentido emocional, con momentos preciosos (como ese baile, esos abrazos, esas miradas al cosmos,…), y es que la dirección resulta maravillosa en el modo en que utiliza las imagen es para provocar sensaciones, como esa escalera en caracol que se muestra en picado como alegoría de nuestro retorcido mundo, o esas calles vacías surcadas por el ejército teutón, ejemplificando la soledad frente al invasor, o el contraste entre el triste ático cerrado y la piscina en que gente disfruta en medio de una guerra, y más en un alarde de maestría que te hace estremecer en su neurálgico final. Ganó la Concha de Oro del Festival de San Sebastián. En 1997, Karel Smyczek dirigió una adaptación televisiva del mismo nombre.
Tiene un inicio intrigante, una toma de un ático frugal con el primer plano de un libro (también cierra la película) abierto con el aire pasando las hojas, llega un joven visiblemente afectado, respira con dificultad, tras unos segundos de mirar el lugar se abraza al libro, entonces retrocedemos al flash-back que será la historia, y se desvelará el misterio del arranque. El protagonista es un joven idealista, tolerante y anti nazi, simpatizante de los judíos. Entramos en un mundo de temor constante, donde el terror nazi espera en cada esquina, en un edificio de pisos lo representa una joven colaboradora nazi que es amante de un militar alemán. Es el miedo de la población civil, reflejado en la madre del protagonista Pavel, mujer sencilla que solo quiere pasar desapercibida a ojos de los nazis, no quiere exponerse al peligro mínimo, ese que te puede hacer detener, deportar o fusilar, ese donde cualquiera puede convertirse en un delator, donde las envidias, egoísmos, venganzas, o el mencionado recelo en condiciones extremas nos hace convertirnos en lo peor. Conformando Weiss un estado de ánimo pesaroso, solo roto en esos bellos encuentros entre Hanka y Pavel, o en la salida a la granja del segundo, haciéndonos partícipes de este clima insano, donde cualquier ruido supone un sobresalto.
El director radiografía esta peculiar sociedad desde una mirada naturalista, vemos la vida con la gente intentando hacer ver que nada malo ocurre a su alrededor, en el colegio, en una piscina, en una granja, no hay nada epopéyico en el relato, haciéndonos llegar con suavidad incisiva este mundo hastiado. Y en este ambiente se desarrolla un profundo romance, evolucionado con fluidez, no sintiéndose ni forzado, ni edulcorado, con naturalidad, haciéndonos ver su amor con veracidad, con dosis de poesía sugestiva. Se apoya en un edificio que proporciona todo un sinfín de elementos manejados de modo dramático, las escaleras, las ventanas con rejas, las puertas, la ventana que da al cosmos, el piso vacío de la familia judía que luego es ‘ocupado’ por una colaboracionista checa, la gran puerta de la finca que se erige en protagonista del clímax. Con inteligente uso del sonido, prácticamente sin música, oímos al jilguero (símbolo de la pareja enjaulada) y al perro de la colaboracionista como epítome de los pastores alemanes.
Todo lo mencionado potenciado por la fenomenal cinematografía en glorioso b/n de Václav Hanus (“Krakatit), jugando en una hermosa miscelánea entre el neorrealismo y el expresionismo, con marcados contrastes de grises, con encuadres cuidados con mimo, con tomas subjetivas excelentes como las que se dan en el baile en el ático, donde el objetivo gira haciendo las paredes desaparezcan subliminalmente, pareciendo que el reducido espacio es infinito, con la cámara enamorada de la melancólica Hanka (Dana Smutní), atomizando el idealismo del amor puro de Pavel, mujer de la que solo sabe que es perseguida por ser judía.
Pavel y Hanka con la ayuda de la dirección de Weiss crean un lugar en medio de la nada en esta habitación del ático con conexión a las estrellas, donde Pavel (aficionado a la astronomía, no podía ser de otro modo para un soñador romántico) le habla de la estrella Próxima Centauri (la estrella más cercana al Sol),... (sigo en spoiler)
Weiss muestra el horror del Holocausto con sutileza, sin violencia, en medio de detalles, con una familia que sale de su casa y apila los enseres en un carro dirección a coger un tren con su niños preguntando ingenuamente por si pueden llevar juguetes donde van, con un alumno que es arrastrado de clase porque su familia es sospechosa de albergar a un ‘ilegal’, o con esa otra familia que es sacada de su casa, todo con penetración, edificando la opresión y asfixia mental mediante noticiarios de radio, amenazas por altavoces, carteles en paredes o periódicos. Un retrato costumbrista en que se muestra con crudeza una atmósfera claustrofóbica de miedo y dolor latente, donde cada personaje representa un modo de enfrentar esta Avernal situación. Una visión desprovista de épica, donde se mira con pesimismo a la individualista Naturaleza Humana. En el centro queda una entrañable y trémula historia de amor, mostrada por Weiss con gran sentido emocional, con momentos preciosos (como ese baile, esos abrazos, esas miradas al cosmos,…), y es que la dirección resulta maravillosa en el modo en que utiliza las imagen es para provocar sensaciones, como esa escalera en caracol que se muestra en picado como alegoría de nuestro retorcido mundo, o esas calles vacías surcadas por el ejército teutón, ejemplificando la soledad frente al invasor, o el contraste entre el triste ático cerrado y la piscina en que gente disfruta en medio de una guerra, y más en un alarde de maestría que te hace estremecer en su neurálgico final. Ganó la Concha de Oro del Festival de San Sebastián. En 1997, Karel Smyczek dirigió una adaptación televisiva del mismo nombre.
Tiene un inicio intrigante, una toma de un ático frugal con el primer plano de un libro (también cierra la película) abierto con el aire pasando las hojas, llega un joven visiblemente afectado, respira con dificultad, tras unos segundos de mirar el lugar se abraza al libro, entonces retrocedemos al flash-back que será la historia, y se desvelará el misterio del arranque. El protagonista es un joven idealista, tolerante y anti nazi, simpatizante de los judíos. Entramos en un mundo de temor constante, donde el terror nazi espera en cada esquina, en un edificio de pisos lo representa una joven colaboradora nazi que es amante de un militar alemán. Es el miedo de la población civil, reflejado en la madre del protagonista Pavel, mujer sencilla que solo quiere pasar desapercibida a ojos de los nazis, no quiere exponerse al peligro mínimo, ese que te puede hacer detener, deportar o fusilar, ese donde cualquiera puede convertirse en un delator, donde las envidias, egoísmos, venganzas, o el mencionado recelo en condiciones extremas nos hace convertirnos en lo peor. Conformando Weiss un estado de ánimo pesaroso, solo roto en esos bellos encuentros entre Hanka y Pavel, o en la salida a la granja del segundo, haciéndonos partícipes de este clima insano, donde cualquier ruido supone un sobresalto.
El director radiografía esta peculiar sociedad desde una mirada naturalista, vemos la vida con la gente intentando hacer ver que nada malo ocurre a su alrededor, en el colegio, en una piscina, en una granja, no hay nada epopéyico en el relato, haciéndonos llegar con suavidad incisiva este mundo hastiado. Y en este ambiente se desarrolla un profundo romance, evolucionado con fluidez, no sintiéndose ni forzado, ni edulcorado, con naturalidad, haciéndonos ver su amor con veracidad, con dosis de poesía sugestiva. Se apoya en un edificio que proporciona todo un sinfín de elementos manejados de modo dramático, las escaleras, las ventanas con rejas, las puertas, la ventana que da al cosmos, el piso vacío de la familia judía que luego es ‘ocupado’ por una colaboracionista checa, la gran puerta de la finca que se erige en protagonista del clímax. Con inteligente uso del sonido, prácticamente sin música, oímos al jilguero (símbolo de la pareja enjaulada) y al perro de la colaboracionista como epítome de los pastores alemanes.
Todo lo mencionado potenciado por la fenomenal cinematografía en glorioso b/n de Václav Hanus (“Krakatit), jugando en una hermosa miscelánea entre el neorrealismo y el expresionismo, con marcados contrastes de grises, con encuadres cuidados con mimo, con tomas subjetivas excelentes como las que se dan en el baile en el ático, donde el objetivo gira haciendo las paredes desaparezcan subliminalmente, pareciendo que el reducido espacio es infinito, con la cámara enamorada de la melancólica Hanka (Dana Smutní), atomizando el idealismo del amor puro de Pavel, mujer de la que solo sabe que es perseguida por ser judía.
Pavel y Hanka con la ayuda de la dirección de Weiss crean un lugar en medio de la nada en esta habitación del ático con conexión a las estrellas, donde Pavel (aficionado a la astronomía, no podía ser de otro modo para un soñador romántico) le habla de la estrella Próxima Centauri (la estrella más cercana al Sol),... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
…"dos estrellas que giran alrededor del mismo centro de gravedad", una metáfora sobre sí mismos, lo macro filtrado a lo micro. Desese habitáculo los sueños de libertad se deslizan hacia un futuro feliz los dos juntos tras la guerra, si es posible junto a un rio (lo que a Hanka le gustaría). Pero desgraciadamente todo esto está en un halo de inherente tragedia que nos pone el vello de punto (por lo menos a mí).
Ivan Mistrík como el idealista Pavel resulta magnífico, derrocha dignidad, nobleza, energía, vitalidad, manteniendo una química epidérmica con Daniela Smutná, que encarna a esta particular Julieta con una ternura y delicadeza deslumbrante, teniendo un arco de desarrollo fascinante, o dejando seducir ante no saber las motivaciones de Pavel, se resiste, pero al final los dos se enamoran y con ello derrochando un clima de amor puro, virginal, como el brillo delas estrellas.
Jirina Sejbalová da vida a la madre de Pavel, lo hace en un complejo rol de mujer superviviente que no es capaz de mirar en global, ejemplo de cómo los nazis sometían con el miedo a la gente, la actriz lo borda con gran expresividad; Frantisek Smolíkes el abuelo de Pavel, durante la mayor parte de tiempo solo lo vemos queriendo apañar un reloj antiguo, pero su verdadera personalidad termina explotando en un rush final que lo embiste de heroísmo; Blanka Bohdanová encarna a Kubiasová, amante de un oficial nazi que ha ocupado el apartamento de una familia judía. Ejemplo de los que se adaptaron a la ocupación, deja claro al principio su indolente carácter cuando lleva a la madre de Pavel (modista) un abrigo que había pertenecido a la familia de la casa ocupada y le espeta a la mujer "No lo necesitará en Theresienstadt (famoso campo de concentración checo)".
Spoiler:
Rush final doloroso. Afuera de la finca el ejército nazi asalta la Iglesia de san Cirilo donde se escondía el comando que asesinó a Heydrich. En el edificio de pisos Kubiasová ha descubierto que una mujer se esconde en el ático, furiosa por las represalias que los nazis pudieran cometer contra ellos y por los celos la acosa para echarla de allí, resite el ataque abrazada a Pavel. Hasta que Hanka decide huir, por el camino el abuelo de Pavel la asiste y le pide se esconda en su casa, pero Hanka no quiere causar más dolor y huye a la calle, sale fuera con su chaquetón con la estrella de davidy el encargado de la finca cierra la puerta, Pavel corre a ayudar a Hanka, pero la puerta permanece clausurada, entonces escucha unos disparos cercanos, y todos sabemos y él también que Hanka ha sido matada. Pavel llora contra la puerta, entonces hay un corte al ático, donde volvemos a la imagen inicial con el libro abierto.
Jiří Weiss, nacido en la comunidad judía de habla alemana de Praga, se vio obligado dos veces a huir de su tierra natal. Weiss ya era documentalista antes de la Segunda Guerra Mundial, y continuó haciendo documentales en el exilio durante la guerra antes de regresar a Checoslovaquia en su conclusión. Toda su familia, incluidos sus padres, murieron en el Holocausto. Hizo su primer largometraje The Stolen Frontier en 1947. Weiss, era comunista devoto, se alejó de la política durante las persecuciones comunistas a principios de la década de 1950. Hizo sus películas más exitosas a fines de los años 50 y 60. Después de la invasión del Pacto de Varsovia, abandonó Checoslovaquia y vivió en Berlín Occidental, donde enseñó en la escuela de cine. Más tarde se mudó a USA. Allí enseñó cine en Hunter College, Nueva York y UCSB, Santa Bárbara. Se convirtió en ciudadano estadounidense en 1986. Continuó escribiendo guiones, pero ninguno de ellos fue producido. En 1991 hizo su última película Martha y yo. Se casó tres veces y tuvo dos hijos. Murió en Santa Mónica en 2004.
Me queda una película a reivindicar, pequeñita en medios pero estupenda en su resultado de un sugestivo romance, y por ponernos ante el dilema de que haríamos nosotros en la situación de los protagonistas. Fuerza y honor!!!
Ivan Mistrík como el idealista Pavel resulta magnífico, derrocha dignidad, nobleza, energía, vitalidad, manteniendo una química epidérmica con Daniela Smutná, que encarna a esta particular Julieta con una ternura y delicadeza deslumbrante, teniendo un arco de desarrollo fascinante, o dejando seducir ante no saber las motivaciones de Pavel, se resiste, pero al final los dos se enamoran y con ello derrochando un clima de amor puro, virginal, como el brillo delas estrellas.
Jirina Sejbalová da vida a la madre de Pavel, lo hace en un complejo rol de mujer superviviente que no es capaz de mirar en global, ejemplo de cómo los nazis sometían con el miedo a la gente, la actriz lo borda con gran expresividad; Frantisek Smolíkes el abuelo de Pavel, durante la mayor parte de tiempo solo lo vemos queriendo apañar un reloj antiguo, pero su verdadera personalidad termina explotando en un rush final que lo embiste de heroísmo; Blanka Bohdanová encarna a Kubiasová, amante de un oficial nazi que ha ocupado el apartamento de una familia judía. Ejemplo de los que se adaptaron a la ocupación, deja claro al principio su indolente carácter cuando lleva a la madre de Pavel (modista) un abrigo que había pertenecido a la familia de la casa ocupada y le espeta a la mujer "No lo necesitará en Theresienstadt (famoso campo de concentración checo)".
Spoiler:
Rush final doloroso. Afuera de la finca el ejército nazi asalta la Iglesia de san Cirilo donde se escondía el comando que asesinó a Heydrich. En el edificio de pisos Kubiasová ha descubierto que una mujer se esconde en el ático, furiosa por las represalias que los nazis pudieran cometer contra ellos y por los celos la acosa para echarla de allí, resite el ataque abrazada a Pavel. Hasta que Hanka decide huir, por el camino el abuelo de Pavel la asiste y le pide se esconda en su casa, pero Hanka no quiere causar más dolor y huye a la calle, sale fuera con su chaquetón con la estrella de davidy el encargado de la finca cierra la puerta, Pavel corre a ayudar a Hanka, pero la puerta permanece clausurada, entonces escucha unos disparos cercanos, y todos sabemos y él también que Hanka ha sido matada. Pavel llora contra la puerta, entonces hay un corte al ático, donde volvemos a la imagen inicial con el libro abierto.
Jiří Weiss, nacido en la comunidad judía de habla alemana de Praga, se vio obligado dos veces a huir de su tierra natal. Weiss ya era documentalista antes de la Segunda Guerra Mundial, y continuó haciendo documentales en el exilio durante la guerra antes de regresar a Checoslovaquia en su conclusión. Toda su familia, incluidos sus padres, murieron en el Holocausto. Hizo su primer largometraje The Stolen Frontier en 1947. Weiss, era comunista devoto, se alejó de la política durante las persecuciones comunistas a principios de la década de 1950. Hizo sus películas más exitosas a fines de los años 50 y 60. Después de la invasión del Pacto de Varsovia, abandonó Checoslovaquia y vivió en Berlín Occidental, donde enseñó en la escuela de cine. Más tarde se mudó a USA. Allí enseñó cine en Hunter College, Nueva York y UCSB, Santa Bárbara. Se convirtió en ciudadano estadounidense en 1986. Continuó escribiendo guiones, pero ninguno de ellos fue producido. En 1991 hizo su última película Martha y yo. Se casó tres veces y tuvo dos hijos. Murió en Santa Mónica en 2004.
Me queda una película a reivindicar, pequeñita en medios pero estupenda en su resultado de un sugestivo romance, y por ponernos ante el dilema de que haríamos nosotros en la situación de los protagonistas. Fuerza y honor!!!