Después de "Pretty Woman", que permanece inamovible y esplendorosa en el number one del ranking cinéfilo de mi casa, "El bar Coyote" es la película preferida de mi padre. Llevo años discutiendo con él para que reconozca que es un bodrio y que sólo la revisiona por ver a un montón chicas ligerillas de ropa y haciendo monerías, pero nada, el jodío no da su brazo a torcer. Una vez me reconoció a hurtadillas que nos identificaba con la protagonista y su padre. Y yo es que no sé si descojonarme o preocuparme. Anda que...toda la vida presumiendo de original y resulta que tu relación con tu padre es un cliché de película mala. Y ni siquiera de Spielberg, oiga.

El caso es que de tanto en tanto toca revisar este peliculón en casa. Va, como todo el mundo sabe, de una chica de pueblo que va a la ciudad para cumplir su sueño de ser cantautora y en esas que entra a trabajar a un dudoso garito regentado por una severa madama (Maria Bello) y habitado por una miríada de lujuriosas chicas. Resulta que pese a toda apariencia no estamos hablando de un puticlub, ni siquiera de una triste barra americana, sino de un bareto corriente y moliente, con la salvedad que, de vez en cuando, las camareras se suben a la barra y bailan en plan sexy o bien reparten manguerazos al personal, experiencia que debe resultar de un grato acojonante, ya que el tugurio tiene un exitazo que lo rompe.

El hilo argumental es mínimo (remitirse a "Rock Star", "Flashdance" y películas similars para hacerse una idea), pero para compensar, la labor de dirección es maravillosamente sutil, tan sutil que a las actrices sólo les falta restregar las partes bajas contra la cámara y reclamar con entusiasmo: "¡Que te empalmes, coño!" (interprétese "empalmar" como comprar entrada/adquirir DVD). Y sin embargo, cualquier parecido con el erotismo o la verdadera provocación, aquí es pura coincidencia.

No es realmente muy mala, pero en esencia lo es.