Considero que es imposible entender la historia del cine mexicano sin zambullirse en la obra de, Ismael Rodríguez, uno de sus directores más prolífico y original (más de 60 films); tanto que marcó todo un modo de hacer cine en México. Sus trabajos más conocidos son de la mano de su actor mancuerna Pedro Infante; sin embargo, su actor estrella se mata piloteando un avión en 1957. A los cuatro años del trágico accidente consigue colaborar con el que a mi gusto es el mejor actor de todos los tiempos: Toshiro Mifune, el actor mancuerna del director japonés Akira Kurosawa, el que a mi gusto está entre los mejores directores de todos los tiempos.
Esto me hace considerar que en México el dúo Rodríguez-Infante tiene sus similitudes al dúo japonés Kurosawa-Mifune (con todo respeto y salvando sus diferencias). No porque sus obras sean equiparables, Akira Kurosawa y Toshiro Mifune han hecho de lo mejor en el cine internacional. El símil es más bien en la idiosincrasia y estilo que le imprimieron a sus obras. En el caso mexicano se construyó la imagen del ranchero, pistolero, mujeriego, timador y cantor; mientras que en el japonés se construyó al samurai por excelencia. Al ranchero mexicano nadie lo encarna mejor que Pedro Infante, y al samurai nadie mejor que Toshiro Mifune. En ambos casos los directores crearon todo un estilo, una forma única de narrar y de representar las historias de una cultura en la pantalla, y sobre todo, de construir a sus personajes.
Ánimas Trujano es la historia de un indio macho, ladino, borracho y apostador que busca a toda costa lograr el respeto de su pueblo. Su fijación lo lleva a un largo recorrido de frustración, pleito y engaño para finalmente toparse de frente consigo mismo, o se logra ver a si mismo a través de los ojos de los otros. Una película interesante donde vemos por primera vez a Toshiro Mifune fuera del cine Japonés.