Abrumadora la capacidad que tiene Zanussi de hacernos reflexionar sobre la vida y la muerte, desde los dos extremos en eterna contradicción: la ciencia y la espiritualidad. Personalmente, este es el tipo de cine que más me gusta, cine más allá de la moral y del argumento, cine más allá de su propia creación.

Un taciturno médico se ve sumido en una profunda crisis profesional y religiosa tras enterarse que padece cáncer. Durante el transcurso de la película se replantea sus conocimientos médicos, su fe, sus relaciones familiares, intentando conciliarse consigo mismo y encontrar la paz que busca antes de dejar para siempre el mundo. Para ello adopta una actitud estoica, de imperturbable serenidad, y escruta todo lo que le rodea, la realidad, la humanidad y sus contradicciones con el nuevo prisma vital que le ofrece su enfermedad.

Nitidez y trasparencia; subjetividad y silencio; vacío existencial y redención. Conceptos que Zanussi explota a la perfección con un sólido guión, naturalidad en sus personajes y algún que otro simbolismo en el transcurso de la película que demuestran la maestría de este gran y poco conocido director.

Quien guste de conversaciones transcendentes, reflexiones filosóficas, paradigmas científicos, en definitiva, conversaciones densas pero bien construidas, le recomiendo encarecidamente esta película.