Ha resultado decepcionante la película de Michael Hofman, La última estación. Está basada en los últimos días de León Tosltoi, cuando abandonó a su mujer muriendo en una lejana estación del sur de Rusia.
Salvo para aquellos espectadores que conozcan algo de la vida de Tostoi, la película, o el desarrollo de los personajes, puede resultar un verdadero galimatías. ¿Qué empuja a Tolstoi a ceder los derechos de sus obras a la Humanidad? ¿Qué finalidad tenían las colonias fundadas en su nombre? En la película, centrada en los tontos amores de unos secundarios, y en las aparentes histerias de Sofía, la mujer de Tolstoi, ni se menciona la situación de los campesinos en Rusia: esclavitud, degradación, olvido, malos tratos... Es a a luz de ese contexto como se puede comprender a Tolstoi, y a muchas de sus reacciones. Pero la película, por desgracia, se decanta por unas relaciones matrimoniales en las que uno ama y el otro es amado. Y de Tolstoi apenas si sabemos nada, salvo que llevaba unas enormes barbazas. En ningún momento nos habla de sus teorías de la educación, de la regenarción de los mújiks, etc. Todo lo cual hace que La última estación sea una película sobre unas relaciones entre marido y mujer con una herencia de por medio. Más vulgar, imposible. Tolstoi es el gran ausente.
De la película cabe destacar, no obstante, la genial interpretación de Helen Mirren, así como la ambientación, la fotografía y la música. Por lo demás, no busquen a Tolstoi donde no está. Esperemos, no obstante, que algún día el cine español haga algún intento superior a este con don Benito Pérez Galdós. Sería una buena forma de dignificar al cine patrio.