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Voto de Joan Ramirez:
7
Thriller. Intriga Días antes de navidad, un ladrón disfrazado de Santa Claus (Plummer) ve frustrado su asalto a un banco. Un humilde contable (Gould) se queda parte del dinero sin que nadie se percate, excepto el atracador. Al verlo, éste le persigue para que le dé su botín. (FILMAFFINITY)
11 de marzo de 2012
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El diseño de los setenta hoy está de moda. Ya no es ningún secreto que los diseñadores de Apple se hincharon a copiar de la línea de pequeños electrodomésticos de la casa Braun. Basta con escribir las dos marcas en el buscador de imágenes de Google para sorprenderse de su desvergüenza.

“Testigo Silencioso” hace acopio del diseño de aquellos años en que se hacían lámparas de plástico blanco y metales cromados. Si te gustan, fíjate en todas las de la sucursal bancaria, no tienen desperdicio. En esta misma línea documental, “Testigo Silencioso” es una de las últimas películas en que a un maquinorro inmenso, que escupe tarjetas de cartón agujereadas, se le llama “computadora”; y, quizás, también la última en que las cámaras de seguridad de un banco grababan en en Super 8 la mal domada virilidad de los hombres de los setenta. A Elliot Gould le viste en esta película “The Male Shop, L.T.D”, ¡poca broma!

Claro que, todo esto se ve en un segundo visionado, cuando ya se conoce la trama, que es lo mejor de la película. Abordar el film sólo por su estética y atrezzo sería un poco tonto, y más teniendo en pantalla a Elliot Gould y a Christopher Plummer. El primero interpreta a Miles Cullen, empleado de banca que combina atractivo y timidez con su capacidad para adelantar las jugadas de su malvado antagonista Plummer, atracador, maníaco sexual, asesino y un pelín sarasa.

Verán que el protagonista es aficionado al ajedrez, seguramente para acentuar su sentido de la inteligencia y la anticipación. En la segunda mitad de los setenta estaba muy de moda en los EE.UU. y fue todo un “boom” (económico, incluso), desde que Bobby Fisher consiguiera el campeonato mundial de ajedrez arrebatándoselo a los soviéticos.

La película es un thriller interesante, con sus dosis de humor e ironía: hay que fijarse en la cara de Elliot Gould cuando una periodista le pregunta si cree en Santa Claus… El film también tiene un buen ritmo que, quizás, se embarulla un poco hacia el final, presentado un desenlace un poco absurdo… pero bueno, es lo de menos.

Divertida aparición de un joven John Candy en un papel secundario. El día en que murió se acabaron de desvanecer mis esperanzas de verle interpretar algún día a Ignatius J. Reilly, papel para el que había nacido.

La banda sonora corre a cargo de Oscar Peterson, el pianista que tenía seis manos en cada dedo, y pone el toque “cool” que la película no deja de perseguir en todo momento. Hoy las máquinas ya ganan a los ajedrecistas humanos, pero aún no hay sintetizador que iguale al trío analógico que montó el gran Oscar Peterson en los setenta. Ni lo habrá.
Joan Ramirez
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