Una novela de John Grisham es ya de por sí interesante y si se sabe adaptar con elegancia y profesionalidad, puede ser sinónimo de éxito. Lo que no se merece este autor es que el director elegido para este trabajo sea alguien que no domina en absoluto el thriller, y que lo que le gusta es dirigir rarezas para aportar su propia visión, casi siempre desviada de lo normal. Este es el caso: Robert Altman, ese director sobrevalorado por la crítica, ha sido el que casi se carga por completo este film, que podía haber dado mucho más de sí. Muy torpe en el rodaje de muchas escenas (todo lo que sucede en el barco en los minutos finales), y con muchas lagunas en el guión, Altman me demuestra una vez más que se merece la jubilación.
Menos mal que la labor de parte del reparto salve el film, aunque algunos personajes están poco definidos, tratados muy por encima, muy desaprovechados: es el caso de Robert Downey y Robert Duvall.
El hecho de que una vez empezada a ver, no haya dudado en seguir hasta el final, es mérito exclusivamente de que la historia que nos cuenta Grisham es potencialmente atractiva.