Fresco Valle-inclanesco en tono viscontiano, estoy pensando en un film como “Senso”, así podría interpretarse esta adaptación, muy libre, de dos de las cuatro sonatas, luego publicadas conjuntamente, de Don Ramón María del Valle Inclán que había escrito para escandalizar a la sociedad estrecha e hipócrita de su tiempo (aunque el cineasta de ideología comunista estaba muy lejos del escritor), con una espectacular y cuidada superproducción, gran elenco de estrellas latinas, bien ambientada y de fotografía espléndida. Un melodrama aventuresco en un escenario sociopolítico reconocible, sembrado de violencia, nobles, caciques, dictadores, liberales, idealistas revolucionarios, traiciones, lealtades y amistades irrenunciables, todo ello a caballo entre Galicia y México. Bardem había adquirido un gran prestigio internacional, se encontraba en un gran momento creativo, nominado al Oscar por “La venganza” distribuida por la Metro.

El Marqués de Bradomin (un excelente Paco Rabal) es hombre apasionado y empujado por las circunstancias, que protagoniza estas dos sonatas (de Otoño y de Estio), una en la profunda y verde Galicia, relata la lucha de los liberales contra los absolutistas, la otra, seis años más tarde en el árido Mexico en plena agitación revolucionaria. Aunque Bardem no se ciñe estrictamente a la verdadera Historia, al cineasta lo que le interesaba era la lucha entre los defensores y los asesinos de la libertad. El capitán Casares (un correcto Fernando Rey), otro de los destacados protagonistas, no tiene nada que ver con el escritor, es un personaje típico del cine de Bardem que le sirve al director como la voz de la conciencia moral en la película, representa el triunfo de la solidaridad, la derrota del egoísmo, un personaje positivo cercano a la ideología del cineasta, que también está presente (la voz de la conciencia) en “Calle Mayor” y “La venganza”.

Las actrices (Aurora Bautista y María Félix) le dan al relato ese contrapunto femenino épico, mujeres que se revelan contra la tiranía y la opresión, aunque con distinta suerte. El folclore gallego y el mexicano está muy bien representados añadiendo más interés a la trama, la pega que yo encuentro en el personaje de Bradomín, es que su cambio de actitud ante las circunstancias, de ser un tipo egoísta y poco comprometido, pasa a ser un tipo vitalista, aventurero y romántico sin que se aprecie progresivamente ese sustancial cambio, noto una cierta ligereza en su profundidad psicológica que chirrea un poco. Por lo demás me parece una película correcta e interesante, con influencias cercanas a la elegancia formal de Visconti aunque no coincida estéticamente con la aristocracia decadente, del también director comunista italiano.