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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
7
Drama Peter, un joven terrateniente inglés establecido en Kenia, y Kimani, un orgulloso africano que defiende sus raíces, son amigos desde la infancia, pero entre ellos existen diferencias ideológicas insalvables. Peter está a favor de los granjeros ingleses y de la coexistencia pacífica, mientras que Kimani se opone a la explotación de su país y desea la expulsión de los ingleses. (FILMAFFINITY)
2 de septiembre de 2009
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un año antes de “La gata sobre el tejado de zinc”, que inauguraría su particular década prodigiosa, Richard Brooks abordó en esta película un hecho contemporáneo a la misma, la sangrienta revuelta Mau Mau en Kenia. La historia que narra es bastante sencilla y seguro que nos suena un poco a todos: dos amigos de la infancia, uno blanco (Hudson) y otro negro (Poitier), a pesar de detestar en principio la violencia y de mostrarse más bien disconformes con algunas de las ideas y actitudes de los miembros de su propio bando, se verán obligados a enfrentarse cuando estalle el conflicto.
Como es habitual en Brooks, a pesar de que la película contiene algunas escenas de acción, lo que predomina en ella y la distingue positivamente es el estudio psicológico de personajes de idiosincrasia en principio templada y conciliadora puestos en una situación límite que les hace replantearse sus principios anteriores: Poitier, un negro comprensivo con los colonos británicos, se verá arrastrado a cumplir el juramento de matar al menos a un blanco; Hudson, un acomodado y benévolo terrateniente, se verá obligado a salir a cazar negros para proteger su vida, su familia y sus tierras. Es en este aspecto donde la película funciona mejor. Brooks lanza miradas a los dos protagonistas, a sus familias y a la sociedad keniata y transforma en imágenes de crudo blanco y negro el impacto emocional de la revuelta, el clima de paranoia y confusión de la población blanca, la actitud de muda y expectante espera de buena parte de los nativos, usando para ello varios recursos, algunos de los cuales son bastante interesantes, como una hábil dosificación de silencios que elevan ocasionalmente la tensión o planos contrapuestos en escenas que muestran, alternativamente, un pomposo desfile de tropas británicas y los torvos rostros de los keniatas que asisten al mismo.
Un ritmo algo errático y cierto tufillo sobreprotector y paternalista en el tono en que se trata tanto el conflicto como las creencias de los keniatas, fácilmente detectable en escenas como la del interrogatorio bajo la tormenta, donde cuatro truenos y relámpagos convierten a un aguerrido Mau Mau dispuesto a morir antes que a hablar en un lindo y chivato gatito, la del desangelado asalto rebelde a la casa de Hudson, digno de “Tintín en el Congo”, o la escena final, cargada de chato simbolismo, han dañado, sin embargo, a esta película, que acaba, pese a sus virtudes, transmitiendo al espectador la idea de que si los nobles y desinteresados blancos estamos en el mundo para algo es para ayudar a los pobrecitos negros a salir del pozo de superchería e ignorancia en que se hallan, raíz de todos sus males.
Buena película, en todo caso, de un gran director aún en ciernes, que daría en los siguientes años auténticas obras maestras a la historia del cine.
Normelvis Bates
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