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Voto de Normelvis Bates:
2
6.3
44,788
Romance. Drama
Lucía es una joven que trabaja como camarera en el centro de Madrid. Tras la misteriosa desaparición de su novio Lorenzo, un escritor, decide marcharse a la tranquila isla de Formentera. La libertad que siente allí la lleva a enfrentarse a los aspectos más oscuros de su pasada relación, como si se tratara de una novela. (FILMAFFINITY)
6 de febrero de 2010
148 de 213 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un amable validador de críticas me indica que vaya directamente al spoiler (por cierto, no es por colgarme medallas, pero el hombre dice que se ha divertido mucho leyéndola), de modo que...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Yo lo he entendido así, ya me contaréis: una camarera vive con un tío rarito que se pasa el día, el pobre, llorando a moco tendido. Una noche en que el restaurante está hasta el culo de gente ella tiene un presentimiento a lo Aramis Fuster. Como aún no eran tiempos de crisis, su jefe le dice que se vaya corriendo a casa, quién sabe lo que habrá hecho su moqueante novio. El hombre no está en casa, pero una oportuna llamada de la policía le informa de que un coche se lo ha llevado por delante. Como es natural en estos casos, la tía (Lucía, no lo había dicho) coge una mochila, la llena de braguitas y fotos guarras y se va de vacaciones a una isla atestada de motos chungas y guiris.
Seis años antes. Lucía folla y Lucía se masturba. Bajo la cama y sobre el agua (o viceversa, no recuerdo). Como pasa de condones se queda embarazada. Pobrecita. Se ve que está obsesionada con un escritor melenudo al que sigue a todas partes, como Robert de Niro en “El rey de la comedia”. El tío, en vez de llamar a la poli, echa una ojeada al canalón de Lucía y decide que es mejor llevarla a bailar música disco cutre, emborracharla y tirársela. Lucía enseña las tetas. Qué monas son, una al lado de la otra. Él (Tristán Ulloa o su doble, no sé) enseña la minga. Bueno, no diré que es mona, pero ahí está. Follan. Les entra hambre, claro. Tristán guisa que te cagas, como la abuela de Lucía. Follan. Sacan fotos guarras (sí, las de la mochila, lo habéis pillado). Follan. Van a un bar y se miran y cuando se cansan de mirarse, ella se saca las bragas. Ya en casa, baila (mal) y canta (dios mío) y se quita el resto de ropa. Él lo hace mejor. Follan. Mientras follan, ella da a luz. Ella enseña el potorro y canta “Un rayo de sol” mientras él escribe la Gran Novela Española. Qué felices son, hostia. Ahora ella está en la playa. Del agua sale un submarinista cachas y simpático. Pero Lucía, de momento, no se lo folla. Está muy ocupada rompiéndole el corazón al novelista: su segunda novela es un truño. Mientras la escribe, tiene una hija (él, no ella) y va al cole a llevarle el bocata. Pero la niña no es su niña y se llama Luna. Su niñera es una chica muy mona que se masturba en la ducha. Y en el sofá. Tristán come pollo y la niñera come, ejem, bueno, eso. Hay un perro que muerde, huy qué miedo, y una tía que bucea requetebién. Tristán hace footing y chatea con una rubia teñida para olvidar que su novela es una mierda. Es tan mala que le da pesadillas y le manda al hospital. Lucía, mientras, se deja pringar de barro por el submarinista cachas y da garbeos en moto. Hay un faro y agujeros en el suelo y largos planos de la luna y gente que se abraza y llora y moquea y cuando acaba la peli es todo tan bonito que le entran a uno ganas de reír y bailar y saltar y estrechar entre los brazos al violinista de los cojones, más que nada para que deje de tocar de una puta vez.
Qué peli, por dios. Cursi, boba, hueca, idiota y pretenciosa. Mala con ganas.
Así nos va.
Seis años antes. Lucía folla y Lucía se masturba. Bajo la cama y sobre el agua (o viceversa, no recuerdo). Como pasa de condones se queda embarazada. Pobrecita. Se ve que está obsesionada con un escritor melenudo al que sigue a todas partes, como Robert de Niro en “El rey de la comedia”. El tío, en vez de llamar a la poli, echa una ojeada al canalón de Lucía y decide que es mejor llevarla a bailar música disco cutre, emborracharla y tirársela. Lucía enseña las tetas. Qué monas son, una al lado de la otra. Él (Tristán Ulloa o su doble, no sé) enseña la minga. Bueno, no diré que es mona, pero ahí está. Follan. Les entra hambre, claro. Tristán guisa que te cagas, como la abuela de Lucía. Follan. Sacan fotos guarras (sí, las de la mochila, lo habéis pillado). Follan. Van a un bar y se miran y cuando se cansan de mirarse, ella se saca las bragas. Ya en casa, baila (mal) y canta (dios mío) y se quita el resto de ropa. Él lo hace mejor. Follan. Mientras follan, ella da a luz. Ella enseña el potorro y canta “Un rayo de sol” mientras él escribe la Gran Novela Española. Qué felices son, hostia. Ahora ella está en la playa. Del agua sale un submarinista cachas y simpático. Pero Lucía, de momento, no se lo folla. Está muy ocupada rompiéndole el corazón al novelista: su segunda novela es un truño. Mientras la escribe, tiene una hija (él, no ella) y va al cole a llevarle el bocata. Pero la niña no es su niña y se llama Luna. Su niñera es una chica muy mona que se masturba en la ducha. Y en el sofá. Tristán come pollo y la niñera come, ejem, bueno, eso. Hay un perro que muerde, huy qué miedo, y una tía que bucea requetebién. Tristán hace footing y chatea con una rubia teñida para olvidar que su novela es una mierda. Es tan mala que le da pesadillas y le manda al hospital. Lucía, mientras, se deja pringar de barro por el submarinista cachas y da garbeos en moto. Hay un faro y agujeros en el suelo y largos planos de la luna y gente que se abraza y llora y moquea y cuando acaba la peli es todo tan bonito que le entran a uno ganas de reír y bailar y saltar y estrechar entre los brazos al violinista de los cojones, más que nada para que deje de tocar de una puta vez.
Qué peli, por dios. Cursi, boba, hueca, idiota y pretenciosa. Mala con ganas.
Así nos va.