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Polonia Polonia · Suena Wagner y tengo ganas de invadir
Voto de Normelvis Bates:
5
Terror Un profesor recluta a un luchador profesional para proteger a su hija de unos vampiros que han intentado secuestrarla y convertirla en objeto de una terrible ceremonia. (FILMAFFINITY)
9 de julio de 2010
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué haríais vosotros, decidme, si un antiguo pergamino os revelara que Tundra, la suma sacerdotisa de las mujeres vampiro, ha despertado tras 200 años y pretende ofrecer como esposa a vuestra tierna hijita Diana al mismísimo Rey de los Abismos? Claro que sí, amigos, lo habéis adivinado, qué otra cosa podría hacer un hombre sabio y sensato como el doctor Orloff sino llamar de inmediato a Santo, el Enmascarado de Plata, 95 anónimos kilos de burritos y nachos machos embutidos en un cuerpo serrano de 175 centímetros, consagrados todos ellos, por partes iguales, a repartir hostiones sobre un ring, conducir su lujoso descapotable y mantener la ley y el orden allí donde los ineptos polis mexicanos son incapaces de dar pie con bola. Porque, como el profesor Orloff sabe muy bien, “en esta época en que la maldad de los hombres busca su propia destrucción, él estará siempre al servicio del bien y la justicia”.

Será que el con razón mítico bochorno leridano me ha reblandecido los sesos, pero pocos peros puedo ponerle a esta descacharrante aventura del superhéroe mexicano por excelencia, que me ha mantenido entretenido buena parte de la tarde y ha hecho que me olvidara por un rato del fuego divino que caía a esas horas sobre las calles de mi pueblo. Los decorados y la ambientación, dentro de lo que cabe y por tópicos que sean, me han parecido más que dignos: lóbregos castillos, truenos y relámpagos, inquietantes retratos de bellas damiselas, ataúdes chirriantes... Claro que hay también aleteantes murciélagos de papel maché movidos por, ejem, invisibles hilos y maniquíes de cartón que pretenden ser cadáveres (el rigor mortis, supongo), que el sonido, como Tundra, parece llegar de ultratumba, que algunas tomas se repiten para aprovechar celuloide y que el, esto, guión parece producto de una sobredosis de mezcal, pero son desastres tan bien ensamblados el uno con el otro que el resultado final es un completo, simpático y extrañamente orgánico caos.

Debo admitir que buena parte del encanto de esta peli reside en su memorable galería de malos, que se comen con jalapeños a la boba y pizpireta Diana, a su baboso novio e incluso, perdonadme el atrevimiento, al mismísimo Santo, que protagoniza dos tediosos e interminables combates de lucha libre a cámara fija que vienen a ser el solo de arpa del mudo de los Marx (gracias a Dios por el mando a distancia). Bueno, puestos a ser sinceros, no debería hablar de malos sino de malas. Sí, ahí están la amenazadora sombra del Diablo y esos colmilludos esbirros cuyos músculos y atavíos causarían furor en el desfile del Día del Orgullo Gay, pero esa legión de bellas vampiras entogadas encabezadas por las voluptuosas Tundra (Ofelia Montesco) y Thorina (Lorena Velázquez, la reina de las vampiras) me han puesto a segregar testosterona al ritmo de “La Cucaracha” y a desear, ay, que me pegaran un buen muerdo. De modo que ya sabes, Thorina: aquí está Normelvis, un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo. A tus pies me pongo.
Normelvis Bates
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