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Voto de Sandro Fiorito:
8
Drama Después de pasar veinte años como prisionero político en un campo de trabajos forzados en Siberia, el arzobispo ucraniano Kiril Lakota (Anthony Quinn) es inesperadamente liberado por el presidente de la Unión Soviética (Laurence Olivier), que había sido su carcelero en Siberia, y enviado al Vaticano como asesor. Una vez en Roma, el Papa Pío XII (John Gielgud), que está gravemente enfermo, le nombra Cardenal. Mientras, el mundo vive en ... [+]
10 de noviembre de 2010
36 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin ser un religioso confeso ni creer firmemente en la existencia de Dios, siempre me he sentido atraído, o mejor dicho fascinado, por el mundo paralelo que significa la religión, muy especialmente la católica, a la que respeto enormemente a pesar de no practicarla. La jerarquía eclesiástica, con sus cardenales, obispos y arzobispos. La política que desarrolla la Iglesia desde el interior del Vaticano. La diplomacia que practica su pequeño a la par que gran Estado, con el resto de los países del mundo. El nivel de influencia que puede tener la palabra del Papa sobre los demás o, al menos, sobre sus cientos de millones de fieles. La forma en que la Santa Sede pretende acercarse al mundo para hacerles llegar la religión que defienden. Las catedrales, las vestiduras y los ornamentos sagrados. La espiritualidad gobernando una mente. Pero también los pecados que pueden significar las envidias, rivalidades e imposición de opiniones entre los propios párrocos, manifestadas en, por ejemplo, en una votación sobre la elección de un nuevo Pontífice. Son elementos sumamente importantes que siempre he buscado contemplar en el cine y que, afortunadamente, he podido encontrar en esta notable, absorbente e interesantísima película en la que su narrativa de un excelente guión y la magnífica interpretación de su principal protagonista, hacen todo el trabajo, combinado todo esto, eso sí, con una maravilloso vestuario, fotografía y música, que se encargan de representar con gran acierto la parte artística de la película.

Película, he dicho. Y es que algunos hombres de poca fe (aprovechando el recurso religioso) ponen trabas a esta historia, tan ficticia como perfectamente aceptable, olvidando que lo que se muestra en ella es el resultado de una producción cinematográfica. Se pueden hacer películas sobre policías que saltan de una a otra azotea. O dramas en los que las situaciones se resuelven con una táctica engañosa. Hemos visto de todo en el cine, dentro de productos aparentemente realistas. Pero nos cuesta asumir que se pueda hacer una película generalmente respetuosa con la Iglesia, marcada por un obvio tono religioso que nos deja ver que en alguna parte, y en algún momento, puede haber algún Dios que nos esté observando y sea Él quien marque los designios de nuestra vida. Cierto es el escepticismo respecto a cuestiones de fe, pero desde luego creo que para ser testigo de una buena película de estas características no hace falta ser licenciado en teología, pues de ella podemos sacar cosas muy buenas sin tener la sensación de una mano que intente manipularnos. En “Las sandalias del pescador” se muestra a una Iglesia, la verdadera, con sus devenires, preocupaciones y tópicos asignados. Con sus criticadas opulencias, en forma de piedras preciosas, coronas de oro o tronos milenarios.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sandro Fiorito
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