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España España · málaga
Voto de nachete:
6
Drama Jean tiene 30 años. Al querer vivir demasiado intensamente, sin saber decir no, se le quemaron las alas: es VIH-positivo. La amenaza hacía él y su encuentro con Laura, de 17 años, perturban su existencia: se abrirá hacia el mundo, aprenderá a amar a los demás y aprenderá a amar la vida. (FILMAFFINITY)
18 de agosto de 2007
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un tema peliagudo, el sida. Viendo estas Noches salvajes siento que Collard se ha parapetado tras un puñado de lugares comunes dentro del tema de la homosexualidad, pero es mentira. Puede que sean lugares comunes, pero son los que él frecuentaba; son, por tanto, verdaderos. Porque el mayor mérito de la película radica en su hiriente sinceridad, aquella que sólo poseen los que saben que el tiempo se acaba y que de nada sirve mentir. Collard, guionista, director y actor principal de la película, se analiza a sí mismo en este doloroso periplo de aceptación de la enfermedad, captando los seísmos emocionales que ésta provoca en él y en los que le rodean con una cámara limpia y tensa que sólo en determinados momentos se adentra en una poesía de manual bastante desafortunada. No hay maniqueísmo en el relato, no se dibuja como un santo, al contrario: perfila sus defectos con técnica minuciosa y sin asomo de victimismo. El deseo en él es un impulso turbador e inevitable que se confunde con el amor, los encuentros sexuales con extraños son vías de escape, no manifiestos de una personalidad viciosa. Su dibujo es complejo y contradictorio, pero siempre humano, como humano es el personaje que interpreta Romane Bohringer, enferma de amor que reta a la muerte como máxima expresión de su enamoramiento.

Menos interesante (aunque tiene su atractivo) es el personaje de Samy (Carlos López), un homosexual reprimido que se involucra en un grupito neonazi en un estúpido acto de autonegación. Es en este trío donde Collard haya su perfecta vía de expresión, aunque a veces se le vaya la mano en el ritmo, el estilo y las intenciones. ¿Cómo explicar si no la obviedad de algunos diálogos? ¿O el tono demasiado conscientemente trascendental de algunas situaciones (que chirría, pues la película es, al menos en un sentido visual, bastante plana y superflua, aunque por dentro sea otra cosa)? ¿O ese afán por reincidir en temas ya asimilados, volviendo la narración reiterativa y algo tediosa? Pero no se puede atacar esta película esgrimiendo unos argumentos tan insignificantes como estos: sería una crueldad pararse a mirar el diente a un caballo que es todo corazón y honestidad. Lo importante es dejarse llevar por la incertidumbre que surge del dolor y el miedo a morir. Por cierto: Cyril Collard falleció tres días después de recibir cuatro premios Cesar (incluyendo el de mejor película) en la edición de 1992. Murió de sida, por supuesto. Al menos pudo dejar un testimonio de vida que es algo más que una simple toma de concienciación social: todo un estudio sobre el amor y lo arbitrario de los sentimientos. Sobre la complejidad del ser humano, en definitiva.

Lo mejor: su sinceridad y complejidad.
Lo peor: demasiado larga.
nachete
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