Después del éxito de la primera entrega, el productor Dody Fayed se animó a hacer una secuela. Una segunda parte que es calcada a la original en cuanto al argumento se refiere pero está hecha con más medios y los efectos especiales son mejores. De nuevo los trucos y trampas que el especialista de efectos especiales prepara a los malos son lo mejor de la función. No obstante la primera entrega me gustó más porque me pareció más seria y creíble. En la segunda, como en casi todas las secuelas, el efecto sorpresa se desvanece.

En esta ocasión Bryan Brown vuelve a contar con la ayuda del detective interpretado por Brian Dennehy para resolver el misterio en torno al asesinato de un amigo suyo policía que investigaba un caso de corrupción policial. Lo que no me gustó de la película es que resulta demasiado cómica a veces y eso más que ayudarla la perjudica, sobre todo porque le resta credibilidad. Me refiero a la escena final con el muñeco del payaso teledirigido o la pelea que mantiene dicho pelele con el sicario en casa de Brown. Un sicario por otro lado, de lo más torpe que cae en todas las trampas que le tiende el protagonista, por no hablar del final en el que se cuela en la mansión de los mafiosos como si tal cosa, liquidando a los guardaespaldas con tretas imposibles.

Me sorprendió una escena en la que el crío del poli asesinado se comunica con una amiga policía de Dennehy con el ordenador, un avance de lo que luego sería internet. Le doy un cinco porque a pesar de sus múltiples fallos me pareció simpática, además cuenta con la chispeante banda sonora de Lalo Schifrin y la presencia de la atractiva Rachel Ticotin.