No nos engañemos: hoy por hoy, lamentablemente, apenas quedan thrillers que no incluyan la tomadura de pelo como ingrediente estrella de su receta mágica. Es una pena, sí, pero a pesar de todo, lo más cojonudo es que cualquier espectador medio es consciente de ello y lo asume con más o menos resignación. Otra cosa muy distinta, sin embargo, es que ese mismo espectador medio (yo mismo, por ejemplo) esté dispuesto a que le arranquen la cabellera. No, hijo no! Eso, no! decía Ozores. Hasta ahí podríamos llegar.

Porque, vamos a ver: que te endiñen un giro a la media hora, vale. Que te cuelen otro diez minutos más tarde, ya huele. Pero que te vayan enchufando uno tras otro, a piñón, como que no. Una cosa es que la peli no sea previsible, y otra muy diferente es que el guionista vaya de farlopa hasta las cejas.

La apruebo con un cinco pelao porque la secuencia del trío entre Matt, Neve y Denise, con pincelada lésbica incluída, me puso brutote, pero nada más.

Indispensable verla con las neuronas en stand-by, chupándote el índice y con tu pareja en pie de guerra por si las moscas.