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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
8
Drama Una familia contrata a Ana Sullivan para educar a Helen, una niña sorda y ciega. Un trauma infantil, un oscuro complejo de culpa, por la muerte de su hermano, impulsa a la maestra a redimirse mediante la educación de la niña. La incompetencia y la negligencia de los padres han hecho de Helen una niña mimada, incapaz de someterse a ninguna disciplina, y con la que toda comunicación parece imposible. La adolescente vive aislada en un ... [+]
11 de julio de 2009
45 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impossible is nothing reza el célebre lema de Adidas. Y, en cierta medida, es verdad. Nada es imposible. Pero para justificar dicha consigna no es imprescindible ser Pau Gasol, Rafa Nadal o Pep Guardiola. Ni tan sólo batir plusmarca mundial alguna. Para demostrar que esa máxima es cierta tan sólo hacen falta tres cosas: trabajo, trabajo y más trabajo. O lo que es lo mismo: honestidad, profesionalidad y tesón. Mucho tesón. Como el de Ana Sullivan. Hasta ayer mismo, una completa desconocida para mi.

Y es que resulta curioso (por no decir vergonzoso o indignante) que peliculones como “El milagro de Ana Sullivan” y cineastas como Arthur Penn (“La jauría humana”, “Pequeño gran hombre”) no hayan conseguido, tradicionalmente, la repercusión y el reconocimiento que, sin lugar a dudas, se merecen. Porque si bien sus dos protagonistas (Anne Bancroft y Patty Duke) se adjudicaron, respectivamente, el Oscar a la mejor actriz y a la mejor actriz de reparto en 1963... ¿cuántos usuarios de FA han visto esta peli? Yo mismo -casi me avergüenza reconocerlo- no la vi hasta ayer, y si me decidí a hacerlo fue, en parte, gracias a las excelentes críticas de usuarios a los que sigo habitualmente. Pero si hubiera de destacar una ‘culpable’ con nombre y apellidos, ésa no seria otra que Cristina, mi mujer. “¿No la has visto nunca? ¿Ni de pequeño? Joder, pero si es un peliculón. Te encantará” -me espetó-. Y así fue. Le hice caso, la vi y me encantó.

“El milagro de Ana Sullivan” es, en síntesis, un dramón a la antigua usanza. Y cuando digo dramón no lo digo con ánimo peyorativo. Lo digo porque no es un drama más. Es un drama como los de antes, pero grande. Mayúsculo. Una de esas pelis que no deja indiferente a nadie porque -al margen de poner sobre el tapete la eterna discusión ‘cachete sí, cachete no’- despliega toda esa carga dramática que lleva implícita con una crudeza inusitada, con un verismo sobrecogedor. Exento de cualquier atisbo de afectación o artificio. Sin plañidos ni gimoteos estériles. En ocasiones, incluso, a través de largas secuencias en las que ningún intérprete abre la boca (véase la espectacular batalla campal que protagonizan Ana y Helen en el comedor de la casa) y en las que el estrépito de platos, cucharas, jarrones y sillas arrojadas reemplazan (y desbaratan al mismo tiempo) cualquier alternativa de alboroto verbal. Pero tranquilos, no todo en la peli de Penn son porfías y forcejeos. El desenlace final es uno de los más bellos y arrolladores que pueden contemplarse en una gran pantalla. Sublime, diría yo. Sublime, sí. Ésa es la palabra.

Recomendable, cien por cien, a todo amante del cine clásico (en especial a los que, como yo, adoramos el género dramático) y, sobre todo, a todo aquel que siga creyendo que todos los films de raigambre pedagógica son una comedura de coco. Cambiará de idea.
Taylor
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