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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Drama. Terror Kathy y su hija Lizzy se extravían en el bosque, quedando atrapadas en medio de una tormenta colosal. Por si esto fuera poco, son acechadas por una criatura terrible, que no es humana ni animal. Con The Monster, Bryan Bertino convierte el terror primario en un elemento catártico para redefinir la relación entre una madre y su hija. (FILMAFFINITY)
24 de agosto de 2017
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio, solo hay una niña llevando a cabo las tareas del hogar.
La atmósfera es gris y marchita, deprimente si se mira bien, calmada si se vuelve a mirar mejor. Es preferible el silencio a lo contrario.
Entonces se nos revela por qué: cada vez que la madre se levanta, empiezan las broncas, los malos modos y una opresiva violencia que flota en el aire.

'The Monster' no es lo que nadie se espera atendiendo a su argumento y póster, porque te preparas para ver a una madre y su hija huyendo de una criatura horrenda, pero eso tarda en suceder.
En su lugar somos expuestos a la particular relación entre ambas mujeres, donde cada palabra es un cuchillo afilado y cada silencio una oportunidad desperdiciada de amabilidad, siguiendo un ciclo destructivo de malos tratos ya asimilado.
Sería muy fácil pintar víctima y verdugo sino fuera porque, con la exposición de miseria, sale también el lado más condenadamente amargo de las dos, aquel en el que descubren sendos monstruos en su interior: Lizzie apenas puede contener la rabia por una madre a la que le gustaría degollar, y Kathy se resiste al voraz alcoholismo que arrastra, solo para ser absorbida por la botella una noche más.

Tan metidos hasta el cuello estamos en sus desplantes, que cuando se quedan atrapadas en una carretera lluviosa a altas horas de la noche, acechadas por un brutal depredador, apenas hemos abandonado las emociones anteriores: siguen siendo miedo, violencia e incertidumbre, extrapolados a una no tan "nueva" situación.
Con la salvedad, eso sí, de que ahora ambas deben afrontar esas emociones juntas y estimuladas por un ser extraño, cuando antes venían teñidas de dolorosa familiaridad (y cierto tipo de comodidad asociada a ella).
El monstruo que las cerca en los bosques se convierte en una encarnación real de todos sus sufrimientos, actuando como antinatural culpable de sus frustraciones y a la vez como temible ejecutor de sus miedos: por primera vez, ambas pueden luchar contra todo lo que las separa, y responden al desafío conscientes de que podría ser su última oportunidad para dejar atrás el odio que las consume.

Al final, tratar al monstruo como una prolongación del dolor, más que una anomalía dentro de este, deja patente cuánto puede normalizarse una situación de abuso y maltrato: hasta el punto de que una criatura de mandíbulas poderosas y sanguinolentas no parezca nada peor, si no otro lógico habitante de esa fracturada situación.
Porque los monstruos existen si sabemos verlos, al igual que podemos librarnos de ellos, aunque los peores no moran en sombras físicas, sino en las profundidades de esa particular oscuridad que solo surge en hogares desatendidos, o frías madrugadas de temblorosa borrachera.

Diría que toparse con el monstruo físico es lo mejor que a Kathy y a Lizzie pudo haber sucedido: encuentran un recipiente para exorcisar sus demonios, que las obliga a dejar sus diferencias a un lado, y por el camino descubren que, en el fondo, nunca se habían abandonado.
Charles
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