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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Fantástico. Terror. Intriga Principios del siglo XX. A una pequeña ciudad americana llega una misteriosa compañía de cómicos ambulantes, pero dos niños descubrirán el oscuro y peligroso secreto que se oculta tras una fachada de diversión y alegría. (FILMAFFINITY)
7 de abril de 2017
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Podría decirse que una productora querría agrupar ciertas constantes en cada uno de sus filmes, no?
Así, cuando el público haga su parte, sabrá que encontrarse, y esa tranquilidad propicia una fidelidad inquebrantable. Luego, a las películas que se alejan de ese esquema se las llamaría "accidentes", "malas decisiones" o "problemas creativos".
Pero, si todos los accidentes son como este, pues benditos accidentes.

'El Carnaval de las Tinieblas' es la clase de historia que debió dejar a Disney con los pelos de punta cuando fueron a distribuirla.
Una historia tan oscura, con un tono tan desasosegante, que cualquier productora le habría dado el hachazo antes de acabar de rodarse.
Pero ahí estaba, ya era tarde para cancelarla, había que estrenarla.
(Y gracias por ello)

Porque esta adaptación de Ray Bradbury no se dedica solo a ser una siniestra fábula infantil poblada de imaginería espeluznante, sino que busca desarrollar un mensaje, tan crudo en su verdad que solo puede provocar escalofrío.
Una narración madura recuerda un verano de la infancia en la típica localidad rural donde la vida se ha detenido para todos los que lo pueblan.
Se habla en tono amable del barbero, de la maestra, del dueño del bar, como convenientes ídolos huecos en los que nunca te fijas a esa edad, porque crees que siempre estuvieron ahí, nunca fueron jóvenes y tuvieron sueños o ambiciones.

Llega entonces la feria.
Comandada por una inquietante melodía, el tren vuela hacia el espectador, ya estaba volando desde los créditos iniciales, su faro fijo en la noche, su figura creciendo en el paisaje y en el inconsciente. Algo maligno se acerca por el camino... y su carácter festivo no es capaz de borrar el escalofrío de nuestra nuca.
El enigmático Mr. Dark es el jefe en esa colección de diversiones, en un papel en el que Jonathan Pryce saborea cada palabra amable con una pulsión mezquina y cruel: algo se esconde tras la casa de los espejos, la caseta de apuestas y el carromato de la adivina, por mucho que parezca solo la negra noche, que confunde las primeras impresiones en su oscuridad.

Ocurre que, justo en esta historia, Bradbury y Jack Clayton no quieren hablar solo del inherente misterio del mundo adulto, que normalmente llega en desconcertantes oleadas a una mente infantil.
No, también quieren hablar de la inevitable decadencia que se sigue después de esa edad, en la que los mayores se transforman en arrugadas cáscaras de sueños incumplidos y expectativas infelices.
Charles Halloway, el padre de uno de los dos niños protagonistas, es el único adulto que se resiste a perderse en el paraíso de frívolas diversiones que ha llegado a la ciudad, y a la vez no puede evitar que le susurre la voz de Mr. Dark, en esas conversaciones insomnes con un hijo al que le cuesta comprender su decepción vital: "Ven. Nosotros descansaremos tus huesos, calmaremos tu sed. Te haremos olvidar una vida de oportunidades perdidas, camas vacías y años desperdiciados. Ven, y permite que esa felicidad que traes sea tan eterna que pierda su significado".

Quizá lo más terrorífico de esta historia sea pensar que Mr. Dark no deja de tener razón.
Que siempre habrá voluntades frágiles, porque esa es una dolencia inevitable con el pasar de los años, y que es muy difícil pensar que se puede conservar la juventud en la actitud, cuando el espejo te devuelve la impresión contraria.
Por eso la feria otoñal nunca dejará de desplegar sus tiendas, girar sus norias y tiovivos, o llenar sueños de quiénes los perdieron.

Es una verdad evidente, cruel pero natural, que esta magnífica película, que muchos llamarían "accidente", hace todo lo posible por no ocultar ni dulcificar.
Y, sorpresa, se puede hablar del optimismo a través de la oscuridad, aunque solo sea porque siempre acaba llegando después, si se sabe buscar.
La feria volverá en el otoño, eso nunca cambiará. Pero perdidos y solos no nos tendrá por qué encontrar.
Charles
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