Cinco años antes de que se rodara El milagro de Anna Sullivan, dos años antes de que se estrenara la obra de teatro que catapultó a Anna Bancroft y Patty Duke, se rodó este interesante melodrama que en manos de Douglas Sirk hubiera funcionado notablemente. Joan Crawford se apunta un tanto con uno de los pocos personajes de buena que hizo en su larga carrera, quizá para redimirse de las relaciones que tenía con sus hijos adoptados en casa, pero a diferencia de Sullivan-Bancroft, su altruismo y tenacidad, están teñidos de frívolos viajes en los que estrena diferentes vestidos y en los que ejerce más que nada de ventrilocua de la joven Esther Costello, excelente Heather Sears, casi un robot hierático que sabe desprender con excasos gestos, humanidad, inocencia, enamoramiento y alegría en un rol de ciega, sorda y muda que ya quisiera Meryl Streep para su curriculum.