Pues una de las primeras películas que recuerdo haber visto en el cine en mi vida, allá en el Baracaldo (en aquél entonces con C, no con K, como ahora...), creo que en el cine Landaburu, que era el más cercano a casa amén del más económico.
Me pareció muy buena, intensa y con gran realismo, en parte por la magnífica fotografía en blanco y negro de Mario Pacheco, y en parte por la solidez del guión del propio realizador junto a Daniel Ribera. Adaptaban una historia original de Jaime Jimeno Conejo y Agustín Valdivieso de Ceballos.
También recuerdo que la vi junto a mis padres y mi hermano mayor, que fue quien me explicó algunas de las motivaciones y sentimientos de ciertos personajes principales.
Viéndola unos veinte años más tarde comprobé que, en efecto, es una coproducción con Italia, muy estimable, seria y sobria, con buenos diálogos y escenas meritorias. Desde luego, para la época en la que se filmó, no olvidemos principios de los sesenta, un tipo de cine no muy habitual. Luego sí, pocos años más tarde la escuela de Barcelona comenzó a producir cine de genuino género negro, con notables trabajos, de todos recordados.
Muy bien narrada, con una primera mitad donde la muy interesante historia se centra en los preparativos del atraco, más tarde el golpe y luego la huida y posterior investigación a cargo del cuerpo de Policía, se logra resulte muy entretenida y que el espectador no le pierda la cara durante todo el metraje, superior a la media por aquél entonces, pues casi llega a las dos horas.
En definitiva, una cinta de calidad con muy buenos intérpretes y una ganas de trascender y de intentar comenzar a emprender un camino que, como he dicho anteriormente, en Barcelona y Madrid siguieron con esmero.

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