Mediocre spaguetti western que, como suelo decir con mucha frecuencia, y repito una vez más, es mejor que muchos otros y peor que bastantes.
Se puede ver y no molesta por cuanto es serio en cuanto a su desarrollo, sin notas de humor gratuitas, y con un empleo de la violencia que, al menos, no peca de exagerado. Cierto es que sobran más de un tiro y más de un muerto, pero es gradual y casi siempre consecuente con lo que se está contando.
Klimovsky es indudable que sabe filmar y siempre en sus filmes hay un cierto aire de clasicismo y un deseo de ser lo más elegante posible en la puesta en escena.
La pena es que el ritmo es irregular y la imaginación y lo original brillan por su ausencia, pareciéndose por tanto a tantos otros títulos del mismo género, aunque este sea de los primeros, y por ello no derive en caminos que van a la parodia o la astracanada, como ocurrió ya, sobre todo, en la década de los setenta.
Como siempre Anthony Steffen, el protagonista, nos ofrece su cara de piedra habitual, y el resto de los intérpretes cumplen sin más con sus personajes.
No aburre y eso es lo mejor, pero a pesar de que no es muy larga en metraje, se hace, aunque cansar no cansa, pero tampoco llena.
Se ve distraídamente y se olvida de la misma.

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