Richard A. Colla fue un sobrio director de episodios televisivos en las series más importantes de entonces, y esta película es lo que parece, un buen episodio del ambiente diario en una comisaria de policía, muy al estilo, como luego sería, por ejemplo: Canción Triste de Hill Street.

Nos introduce en un ambiente de continua actividad en el que destaca el compañerismo entre los policías y el buen humor, muy lejos de rencillas y envidias. Aparte de los crímenes deben lidiar con amenazas de muerte que implican largas investigaciones y sin cesar no paran de recibir quejas menores de ciudadanos que para la película suponen ralentizar el ritmo. Contamos con incisos que tampoco aportan nada, como la presentación de la mujer sordomuda del detective Steve Carella (Burt Reynolds) y el papel menor de Raquel Welch, algo así como de actriz invitada para rellenar el plantel.

El caso es siempre nos quedará la simpatía innata de Burt Reynolds, al menos para los fans suyos. Y digo esto porque este actor contó en su momento con innumerables seguidores, y por todos los rincones del mundo, de hecho, y esto es un ejemplo real para que sirva de muestra, en el polígono industrial de mi ciudad hubo un bar (o sigue abierto, no sé exactamente), que se llama BAR REYNOLDS. Un sencillo homenaje de gente con gusto.