De acuerdo que Dean Martin aquí cede mucho terreno a su amigo pero es igual. The Caddy no es una maravilla de la técnica, es sencillamente una maravilla de la ineptitud de este tío que va con Dean Martin llevándole los palos de golf.

Ya no hay cómicos del estilo de Jerry Lewis, ágiles, divertidos, auténticos showman que salían con el colega y se marcaban un baile de claqué increíble mientras cantaban desfilando por todo el escenario, con una sincronía acojonante, se pegaban y se tiraban al suelo de un salto, como una actuación de dibujos animados. Hacían reír y asombraban al público con su número. Ningún país ha llegado tal alto en el mundo del espectáculo y de la comicidad. No ha habido sucesores para Fred Astaire y Gene Kelly, y para Jerry Lewis tampoco. Nadie, ni de lejos. Esta gente no ha tenido parangón en la historia de los musicales, del espectáculo, ni del cine.

No intentar verla bajo un prisma de actualidad. Si cuando Dean Martin se pone a cantar That´s Amore, rodeado de su familia, en casa, todos felices y contentos, esas imágenes no te llegan a la fibra mientras sonríes, déjalo y sigue con lo que estabas haciendo.