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Voto de Antonio Morales:
8
Drama. Romance Inglaterra, 1867. Poco después de conocerse, Charles Smithson y Ernestina se comprometen y deciden casarse muy pronto. Un día, paseando por los acantilados, una joven vestida de negro despierta la curiosidad de Charles. Ernestina le dice que se trata de Sarah Woodrof, conocida como "la mujer del teniente francés", porque años atrás tuvo una relación amorosa con un oficial francés que luego la abandonó. Charles se hace amigo de Sarah y, ... [+]
7 de mayo de 2017
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos demuestran que pese a los condicionamientos sociales, el destino lo escriben las personas con su fuerza para luchar contra las adversidades circunstanciales. Somos nosotros los que debemos imponer nuestros sentimientos y principios sin amedrentarnos ante la presión externa. Es lo que, en el fondo, plantean las dos historias amorosas que mantiene el film. Fue Karel Reisz, con guión del dramaturgo Harold Pinter, quien consiguió plasmar en imágenes el melodrama victoriano inspirado en la complicada y romántica novela homónima de John Fowles. Una obra de una belleza plástica fascinante, protagoniza por Jeremy Irons y Meryl Streep, intérpretes a su vez del rodaje (Anna y Mike) de la propia película, cine dentro de cine que encumbró definitivamente como estrella rutilante a la protagonista de “Memorias de África”, hoy en día un mito de la pantalla. La película se erige como un duro retrato de la sociedad victoriana y un estudio psicológico de la libertad como medio de autorealización.

El cine de Reisz siempre destacó por presentar a seres rebeldes desarraigados de la sociedad, un cineasta surgido del “Free Cinema” que supo explorar con acierto, nuevos caminos expresivos. Narrada desde el comienzo con fuerza y con una extraña sobriedad formal, mostrando a Sarah como una enigmática mujer de misteriosa presencia que espera a alguien en el espigón de Lymme, en medio de la furia de las olas, con ese manto negro con capucha, son imágenes que pertenecen a la Historia del Cine. Será el inicio de un argumento con una doble vertiente, por un lado la escenificación de una película victoriana rodada en la época contemporánea, y por otro, el secreto romance entre los dos actores ya casados. Personalmente yo me quedo con la primera, mucho más apasionante y atractiva que la segunda. La fotografía portentosa de Freddie Francis extrae de la pálida actriz americana un aspecto “Pre-rafaelista” con aura incluida, ademas de unas localizaciones de una belleza sublime.

En ella encontramos ecos del cine de David Lean y del poco apreciado Anthony Asquith. Este film creó escuela e influencia sobre las posteriores adaptaciones de textos de Jane Austen, aunque a primera vista parezca frío y desdramatizado, incluso contemplativo, su atmósfera te atrapa por su sobrecogedora belleza en su alcance telúrico, su magistral ambientación de época sienta precedente. Una obra sugerente, llena de matices, una triste historia de amor no correspondido que se entrelaza con otros amores. El de Sarah (Streep) esperando a un marino francés que nunca volverá, el de su encuentro con el paleontólogo Charles (Irons), que ha acudido a aquel lugar costero para sellar su compromiso con Ernestina, joven de muy buena familia que le garantizaría su futuro como científico.

Una película que nos seduce por su puesta en escena inteligente y esmerada, sus brumas de pasión reprimida que imponía el puritanismo en la sociedad de la época. Todo eso es lo mejor del film, más allá de la relación actoral en el rodaje pillada por los pelos que contribuye a darnos dos finales distintos como sugería Fowles en su novela. Es en el drama pretérito victoriano donde reside el rasgo transgresor que ofrece su dramaturgia. La de una mujer con suficiente capacidad para revelarse ante un contexto asfixiante y opresivo, saliendo adelante por la fuerza de su convicción personal. Todo ello en una época en que la intolerancia de una clase social iría en decadencia por su reduccionista visión del mundo, con sus privilegios absurdos, su despotismo e insolencia, sus criados maltratados y humillados y su grandeza imperial que esquilmaba pueblos con la cínica escusa de civilizarlos, cruel paradoja protagonizada por la cultura democrática británica. Obra muy destacable, fruto de mucho talento.
Antonio Morales
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